Publicado en 17 de enero de 2018

Gabriela Mistral; Violeta Parra; Montegrande; Valle del Elqui

Hoy día se llora en Chile
por una causa penosa:
Dios ha llama’o a la diosa
a su mansión tan sublime.
De sur a norte se gime,
se encienden to’as las velas
para alumbrarle a Gabriela
la sombra que hoy es su mundo.
Con sentimiento profundo
yo le rezo en mi vihuela.

Violeta Parra, verso por Despedida a Gabriela Mistral, 1957.


En 2017 se celebra el centenario del nacimiento de Violeta del Carmen Parra Sandoval, poeta, música, folclorista y artista visual que dejó una marca indeleble en la cultura e identidad chilena

Nació en 1917, en la comuna de San Carlos, fue hija del profesor Nicanor Parra y de Clarisa Sandoval, una mujer de campo que dedicó sus años a la bordura, para ayudar a sostener su hogar y las necesidad de sus seis hijos. Su abuelo José Calixto era un hombre poderoso en Chillán. Violeta lo describa así: “versado fue en lo de leyes,/ hablaba lengua de reyes,/ usó corbata de rosa,/ batelera elegantosa,/ y en su mesa pejerreyes” .

Lucila Godoy Alcayaga, por su parte, había nacido en 1889 en el Valle de Elqui. Al igual que en el caso de Violeta, su padre, Juan Gerónimo Godoy era profesor rural y su madre sostenía las necesidades del hogar con trabajos de costurera. En el caso de Lucila, había una hermana mayor, Emelina Molina Alcayaga, también profesora rural, y quien inició en las letras a la pequeña Lucila, en la localidad de Montegrande. 

“Yo me crié en Montegrande, el penúltimo pueblo del Valle del Elqui. Una montaña al frente y otra a la espalda. Y el valle estrechísimo y prodigioso entre ellas: el río, treinta casitas y viñas. De 3 a 11 años, viví en Montegrande. Y ese tiempo y el de maestra rural en La Cantera me hicieron el alma” . 

En relación a su tierra, Gabriela dirá: “El valle de Elqui: una tajadura heroica en la masa montañosa, pero tan breve, que aquello no es sino un torrente con dos orillas verdes. Y esto, tan pequeño, puede llegar a amarse como lo perfecto”.

Una y otra

Es un rasgo notable el que estas dos mujeres, Gabriela Mistral y Violeta Parra, que representan ciertamente momentos cumbres de la producción cultural de Chile, sean -ambas- hijas de profesores rurales, que vivieron su niñez en el campo -en medio de las privaciones propias de la vida rural de la época- y que justamente ese período de sus vidas sea el que persistió de una manera más definitiva en sus obras literarias o artísticas. 

“La Patria es el paisaje de la Infancia” diría Mistral. “La infancia en el campo, que avergüenza como un vestido de percal a nuestra gente cursi, la he sentido yo siempre, y la considero todavía, y cada día más, como un lujoso privilegio; agradeciendo la mía y deseando delante de cualquier niño que ya se endereza, el que tenga semejante, cargada del "mismo maravilloso" que me ha sustentado a mis cuarenta años”  .

Jerónimo Godoy y Petronila Alcayaga, padres de Gabriela Mistral.
Jerónimo Godoy y Petronila Alcayaga, padres de Gabriela Mistral.

En ambos casos, la imagen paterna está asociada a la vida bohemia, a la infidelidad, al alcoholismo, a la inconstancia, al abandono, a la precariedad y la falta de un sustento sólido; mientras que la imagen materna es la del amor incondicional, el valor, la constancia, el sacrificio y la seguridad. Susana Mulních, cree, sin error, ver en esto una característica propia del mundo popular chileno . A pesar de ello, ambas perdonan a sus padres y conceden una mirada cariñosa, a veces admirada y hasta nostálgica por su ausencia. 

Mi padre, dirá Gabriela Mistral, “era muy "aindiado", como allá dice: tenía unos bigotes de Gengis Khan, caídos; nunca se puso sombrero y vivía un verdadero delirio ambulatorio que... la hija ha heredado. Hablaba latín como un cura y cantaba algunas cosas en... francés” . 

Violeta por su parte escribirá: “En fiestas de tomatina/ mi taita vende la tierra,/ con lo que se arma la guerra en medio del pasadizo./ Le exigen los compromisos/ qu´él les firmó entre botellas./ D´esta manera tan vil/ le rapiñaron la herencia”. Pero además, “Mi taita hizo la ensalada/ con un amor sin igual/ parece un plato real/ con verdurita picada.” Y “Yo le mirada sus hondas/ pupilas de noche oscura/cuando su voz con ternura / me llamó su palomilla/ y agrega esta lechuguilla/ es toda mi desventura”.

La voz rural

La presencia de la voz rural, del hablar local, es otro rasgo común muy relevante que se convierte en una suerte de ´poética´ en ambas mujeres. Como bien lo señala Paula Miranda, en su tesis doctoral , la oralidad supone no solo el habla campesino sino también la presencia de interlocutores, un ritmo dialógico que deja ver una función pedagógica y un compromiso emocional entre las partes. 

En el Poema de Chile, el poema Huerta, Mistral escribe: “¿Qué le miras a esa mata?/ Es cualquier pasto. ¡Camina!/ -¿Qué? Es la huerta de Lucía./ Tan chica, mama, y sin árboles./ ¿Qué haces ahí, mira y mira?/ Esa vieja planta todo./ Por vieja tendrás manías./ -Tontito mío. Es la albahaca./ ¡Qué buena! ¡Dios la bendiga!(…) ¿Por qué entonces no la coges?/ -Chiquito, soy un fantasma/ y los muertos, ya olvidaste, / no necesitan de nada” .

A través de sus Décimas, Violeta Parra da continuidad a la tradición de la poesía popular chilena y recupera con fuerza el hablar del campo. Palabras como mentado, guata, paco, picaronazo, chuña, empreste, habís, entre muchas otras, forman parte de su glosario poético. En Versos por Matrimonio dirá: “Anoto en mi triste diario:/ Restorán El Tordo Azul;/ allí conocí un gandul/ de profesión ferroviario;/ me jura por el rosario/ casorio y amor eterno;/ me lleva muy dulce y tierno/ atá con una libreta/ y condenó a la Violeta/ por diez años de infierno.” 

Pero se puede ir más allá de las coincidencias que tienen su origen en la raíz común de familias de campo cultas y su apego a la realidad rural, a los paisajes y dichos de sus respectivos mundos de origen. Además, hay una gran diversidad de temas y preocupaciones comunes que se expresan a través de sus respectivas obras: entre ellas, el amor por Chile y a la vez la incomodidad o la frustración con el país; la presencia de lo indígena como un rasgo propio de la identidad chilena y latinoamericana; el dolor, la protesta por la condiciones de vida del campesino; la experiencia del desamor o el abandono; una religiosidad heterodoxa, la defensa de la mujer, la crítica política, la nostalgia de Chile.

Desamor y crítica social

Imposible tratar todos estos aspectos en este texto breve. Nos contentaremos con destacar dos de estos tópicos: el desamor y la crítica social. Dejémoslas hablar a ellas:

Doris Dana y Gabriela Mistral.
Doris Dana y Gabriela Mistral.

“Arauco tiene una pena/ que no la puedo callar,/ son injusticias de siglos/ que todos ven aplicar,/ nadie le ha puesto remedio/ pudiéndolo remediar/ Levántate, Huenchullán”.( Violeta Parra, Arauco tiene una Pena). 

“Todavía, todavía/ esta queja doy al viento:/ los que siembran, los que riegan,/ los que hacen podas e injertos,/ los que cortan y cargan/ debajo de un sol de fuego/ la sandía, seno rosa,/ el melón que huele a cielo,/ todavía, todavía/ no tienen un ´canto de suelo´”. (Gabriela Mistral, Poema de Chile, Campesinos). 

“Cuando vi de los mineros/ dentro de su habitación/ me dije mejor habita/ en su concha el caracol/ o a la sombra de las leyes/ el refinado ladrón (…) Si alguien dice que yo sueño/ cuentos de ponderación/ digo que esto pasa en Chuqui/ pero en Santa Juana es peor./ El minero ya no sabe/ lo que vale su dolor./ Y arriba quemando el sol”. (Violeta Parra, Arriba Quemando el Sol). 

“Ya no es cuestión de que nos hablen de un ´mejoramiento de los salarios femeninos´, sino lisa y llanamente de pedir la nivelación de los jornales para los dos sexos. A igual horario y a igual género de labor: paga común.(…) ¿Quién puede tartamudear siquiera una razón contraria ese derecho recto y claro como la espada?”(Gabriela Mistral, Recado sobre el Trabajo de la Mujer).

Para Violeta Parra, el amor fue fuente de frustraciones y desencantos: 

“Yo te dí mi corazón,/ devuélvemelo enseguida,/ a tiempo me he dado cuenta/ que vos no lo merecías” (El Albertio). 

“El hombre que yo más quiero/ en la sangre tiene hiel,/ me deja sin su plumaje/ sabiendo que va a llover” (Lo que más quiero).

“Que amargas son las horas/ de la existencia mía/ sin olvidar tus ojos/ sin escuchar tu voz” (Que pena siente el alma), y también de abandono: “El calendario afloja por las ruedas del tren/ los números del año por el filo del riel/ más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes,/ más largos son los rieles, más agrio es el después./ Run Run se fue p´al norte qué le vamos a hacer/ así es la vida entonces, espinas de Israel/ amor crucificado, coronas del desdén;/ los clavos del martirio, el vinagre y la hiel./ ay, ay, ay, de mí.” (Run Run se fue p´al norte). 

El amor en Gabriela Mistral fue también un sentimiento poderoso; trágico y atormentado en su juventud. “El pasó con otra;/ yo le vi pasar./ Siempre dulce el viento/ y el camino en paz./ ¡Y estos ojos míseros/ le vieron pasar!” (Desolación. Balada). 

“Del nicho helado en que los hombres te pusieron,/ te bajaré a la tierra humilde y soleada./ Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,/ y que hemos de soñar sobre la misma almohada” (Desolación. Los Sonetos de la Muerte); terrible y doloroso con la muerte de Yin Yin, y luego dulce y pleno con Doris Dana: “Yo vivo en una especie de sueño, acordándome de todas las gracias que me has hecho. Y lo que vivo es una vida nueva, una vida que siempre yo he buscado y nunca hallé. Es una cosa ella sacra y concentrada. La vida sin ti es una cosa sin sangre, sin razón alguna. Tú eres ´mi casa´, mi hogar, tú misma. En ti está mi centro.(…) Ay amor grave y tan dulce, tan sin peso a la vez. ¡Alegría mía!” (Gabriela Mistral).

Ricardo Brodsky, 
Director Museo Gabriela Mistral

Todas las fotos son de SURDOC y pertenecen al Museo Gabriela Mistral.

Gabriela Mistral; Violeta Parra; Montegrande; Valle del Elqui
Gabriela Mistral; Violeta Parra; Montegrande; Valle del Elqui

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