Publicado en 01 de septiembre de 2002
Analiza el ocio desde diversos ángulos: histórico, semántico, laboral, sociológico, literario todo a cargo de especialistas. Controvertida palabra con connotación negativa como algo que hay que evitar, pero que el Imperio Romano reivindicó como fundamental porque posibilitaba la contemplación filosófica y el estudio de las artes. En definitiva las virtudes de no hacer nada, de no tener nada que hacer, son confundir con la pereza.
Este número analiza el ocio desde diversos ángulos: histórico, semántico, laboral, sociológico, literario todo a cargo de especialistas. Controvertida palabra con connotación negativa como algo que hay que evitar, pero que el Imperio Romano reivindicó como fundamental porque posibilitaba la contemplación filosófica y el estudio de las artes. En definitiva las virtudes de no hacer nada, de no tener nada que hacer, pero que no tiene que ser confundido con la pereza. Escriben entre otros, el filósofo Pablo Oyarzún; el cientista social Norberto Lechner; la historiadora Alejandra Araya; el sociólogo Tomás Moulian , el antropólogo social Christian Matus y el lingüista Domingo Román y se evocan crónicas inolvidables como las de Joaquín Edwards Bello. También hay espacios para aquellos lugares donde el ocio adquiere relevancia, como el bar, la cancha de fútbol y el carrete juvenil
Algo poco con conocido es lo que Tomás Moulian escribe sobre Paul Lafargue, autor del libro "Elogio de la pereza" al que denomina un moralista del ocio y que justificaba el ocio como un sentido de vida, cuya obra literaria hubiera pasado inadvertida si no hubiera sido el yerno de Carlos Marx, quien como se recordará situaba la reivindicación del individuo en la praxis y en el trabajo y era un trabajador compulsivo.
