Publicado en 01 de septiembre de 2016

"Estar acá, es estar en el paraíso"

María Paz Vera, porteña de 26 años, egresada de Pedagogía en Historia, creció escuchando las historias de su abuela. Blanca Gómez acompañaba a dormir a su nieta y, mientras acariciaba su pelo, le contaba de su infancia en las salitreras. Una vida de contraste, dice esta joven.

"Mi abuela tiene hasta hoy una imagen muy vívida, ella cuenta con detalles cuando su papá se fue de la ciudad y la dejó con su hermana. Estaba en la estación del tren de Caldera y vio alejarse a su papá. Algo triste, que mi abuela sabe describir muy bien", admite María Paz.

Quizá por eso su afición por la historia. O porque creció también en un hogar acostumbrado a debatir sobre las noticias, con papás muy críticos y buenos lectores. Por eso no es raro que ahora, en sus ratos libres, esté trabajando como voluntaria en el Museo Histórico Nacional.

"Me gusta la pedagogía, la historia, por eso ser voluntaria del museo es el paraíso para mí. No tengo tanta experiencia en aula y aquí he tenido que compartir con niños de básica, media y personas mayores. Llegan de distintos lugares de Chile. Es muy enriquecedor. También me ha encantado conocer a otros voluntarios que trabajan acá, darme cuenta que no estoy sola, que hay más 'ñoños' (risas) con ganas de hacer cosas. Es muy bonito".

Toma su trabajo de voluntaria como una experiencia y la aprovecha al máximo. Sobre todo cuando llega al museo y aprende de los profesionales que se desempeñan en el departamento educativo. También disfruta cuando llega a la sala didáctica y hace uso de una boya antigua para hablar un poco de su historia, de su abuelo infante de marina que estuvo en el terremoto de Valdivia. Igual que su abuela, adora contar relatos, más si es ante un público joven, como ella.

"Recibo mucho más de lo que doy"

Las bibliotecas son más que libros, dice Justa Guerra, y con conocimiento de causa. Viviendo y trabajando en Copiapó, dedicó su vida a la alfabetización, a apoyar a personas y niños en materia de educación. Luego jubiló, disfrutó de la tranquilidad de su casa, hasta que empezó a sentir la necesidad de hacer una actividad.

Un día fue a la casa de su bisnieta, que iba a estar de cumpleaños, quería comprarle unas tarjetas de invitación. "Cuando llegué, estaba sentada en el computador y le pregunté ¿qué haces? 'Estoy haciendo las tarjetas para invitar a mis amigos a mi cumpleaños', me dijo. Le pregunté ¿cómo? Yo te las quería comprar. 'Ay, abuelita, tú que todo lo sabes ¡eres una analfabeta digital!'".

Justa se fue a su casa pensando que si ella había ayudado a alfabetizar a tanta gente ahora era una analfabeta. Lo notable es que en el camino se encontró con una amiga que iba a la biblioteca a inscribirse para un curso gratuito de computación. Juntas se inscribieron en el laboratorio decomputación de BiblioRedes de la Región de Atacama. Al terminar el curso, le ofrecieron trabajar como voluntaria del laboratorio y ya lleva 12 años en este trabajo, en el que acumula solo experiencias gratificantes.

"Aquí llegan muchas personas extranjeras, por lo que enseñarles computación para que le escriban a sus familiares es muy gratificante. También lo es cuando me encuentro con personas que dicen que gracias al curso de computación han logrado mejorar en sus trabajos".

Justa va a cumplir 78 años y está feliz trabajando de voluntaria. Ha participado en seminarios internacionales organizados por BiblioRedes, ha asistido a diplomados y ha salido de la Biblioteca para enseñar computación en la cárcel.

De esos alumnos dice que ha aprendido mucho, en especial de las mujeres, por considerar que pagan un doble castigo al estar separadas de sus hijos, pero también de los extranjeros y de los jóvenes recluídos. "Recuerdo una alumna que un día no se podía concentrar, le dije ¿le ayudo? Me dijo 'en este momento nada me puede ayudar, porque en Bolivia están sepultando a mi padre'.

Otra alumna no alcanzó a asistir a todas las clases porque fue castigada y enviada al calabozo, pero como tenía 80 por ciento de asistencia, tenía derecho a su certificado. Cuando me vio, me abrazó y me dijo que lo que menos esperaba era recibir ahí su certificado".

Definitivamente, Justa cree que ella recibe más de lo que da. Agradecida de la vida, de las oportunidades, admite que ser voluntaria le ha permitido salir del analfabetismo digital, pero también compartir sus conocimientos, sintiéndose útil.

"Gracias a la disposición del museo, he podido hacer mi modesto aporte"

Desde muy pequeño los padres de Matías Vieira, médico pediatra, lo llevaban a los museos. En cualquier viaje, ya sea en Chile o en el extranjero, la visita a los museos era parte de la rutina. "No me aburría, muy por el contrario, ya que mis padres sabían hacérmelo entretenido", recuerda.

No es raro, entonces, que hoy siga acercándose a estos espacios. Tiene 70 años y lleva 32, viviendo en Punta Arenas. "Escapó" de Santiago buscando potenciar más sus habilidades y gustos y no se arrepiente. En el sur de Chile tuvo hijos, nietos y un nuevo matrimonio, pero también se enamoró, como muchos, del patrimonio de Magallanes.

"Es cosa de ver cómo, en los domingos dedicados al Día del Patrimonio, la gente se levanta temprano y se aglomera en los museos y en las casas patrimoniales de Magallanes, visitando las edificaciones y las muestras museológicas o fotográficas".

En cuanto al patrimonio médico, Matías Viera es el encargado de la Unidad de Patrimonio Cultural del Servicio de Salud Magallanes, cuyo objetivo es preservar archivos, fotografías, instrumental médico de interés histórico e investigar sobre la historia regional de la salud.

Como objetivo a mediano plazo tiene la creación de museos de la salud, tanto en Punta Arenas como en los hospitales de las provincias de Última Esperanza, Tierra del Fuego y Antártica Chilena.

En lo personal, además, está escribiendo un libro sobre la historia de la pediatría en Magallanes, que espera presentar en el Museo Regional de Magallanes. De esta institución, dice, solo tiene buenas experiencias. "Es más lo que he recibido que lo que he dado", admite. Desde ahí ha podido hacer investigaciones históricas sobre la pediatría y los hospitales de Magallanes, la Biblioteca Patrimonial y el Archivo Fotográfico Patrimonial del museo.

"Se han formado equipos de investigación histórica, como el álbum fotográfico de Ana Braun, en cuyo análisis hice mi modesto aporte en las reuniones semanales que se efectuaron para el efecto".

Otros contenidos de nn