Viajar en el tiempo, el sueño de muchos, es algo que hace a diario Carolina Nahuelhual. Un privilegio que consigue tan solo entrando a su lugar de trabajo. 

La directora de la Biblioteca Patrimonial Recoleta Domínica confiesa que siempre tiene la sensación de transportarse, cada vez que abre un libro de esos con hojas amarillas y papel de algodón. “Para mí, este es un trabajo que me permite reencantarme todos los días. 

Es muy conmovedor tomar conciencia que todavía están los libros con nosotros; tener la posibilidad de rastrear las huellas, es como manejar el tiempo, sentir que puedes volver atrás y después estar acá de nuevo”, admite esta bibliotecaria, con estudios en antropología y museología.

Reencantarse no solo por lo que significa trabajar con libros antiguos, sino porque esta es la primera biblioteca museo. Por un lado, funciona de manera convencional, atendiendo a público, pero, por otro lado, exhibe exposiciones museales vinculadas al arte del grabado, variedades de impresión, de tipografías, de formatos; o manufactura del libro antiguo. 

Sin duda, instancias que permiten poner en valor la literatura desde una mirada más estética. 

La Biblioteca, explica Carolina, se fundó en 1752 y se abrió al público hace 12 años, cuando pasa en comodato a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam. 

A su juicio, esta institución permanece hasta hoy gracias a que la orden de los Dominicos supo proyectar en el tiempo una visión de biblioteca, construyendo un espacio especial para sus colecciones. Entre las más antiguas, del siglo XVI, destaca una en particular, de 1506, llamada “Cadena de oro”, cuyo autor es santo Tomás de Aquino. 

Hay, por supuesto, varias otras primeras ediciones: la traducción al español de La Odisea, de 1562; los volúmenes completos de la primera enciclopedia de Diderot y D’alambert, del siglo XVIII; volúmenes de Claudio Gay, y ediciones especiales, como La Divina Comedia, con grabados de Gustave Doré, en un formato grande. 

En total, hay más de cien mil volúmenes, pero en el salón museal figura solo un tercio de la colección, pues el resto está en tres depósitos de doble altura. 

Todos se pueden ver, ya sea para investigaciones o simplemente para conocer los libros. Solo es necesario llamar o escribir un correo antes y ajustarse a ciertas medidas de seguridad, como el uso de guantes de algodón, lápiz mina para evitar daños con la pasta, atriles que evitan que los libros se abran en su totalidad y máscaras para evitar contaminación por uso del libro.

Un piojo en la biblioteca

Diderot y D’alambert son parte importante del fomento lector en esta biblioteca. Uno de sus grabados en particular, siempre causa impacto.

Los niños son un público importante de la Biblioteca Patrimonial Recoleta Domínica. A los más pequeños, se les hace jugar -al interior de sus salones- entregándoles guantes y lupas para que descubran detalles de un libro. 

También se les enseñan volúmenes con ilustraciones más llamativas y es la propia directora quien se encarga de cautivar a los preescolares.

“Me gusta mostrarles un volumen de La Primera Enciclopedia, específicamente uno de los grabados donde hay un piojo de casi 50 cm de ancho. Les pregunto qué bicho es, les digo que está en el pelo, pero nadie responde cuando lo descubren, les da vergüenza. Hasta que de pronto alguien lo menciona y todos se empiezan a reír. Les explico que el piojo es grande porque la persona que lo hizo, lo estudió primero con un microscopio y luego lo dibujó de un gran tamaño”, señala Carolina. 

Antes de mostrar los libros, la directora suele atraer la atención preguntando quiénes conocen una biblioteca. 

Unos responden que sí y otros mencionan el estante del living de su casa. Sin embargo, hay un detalle que revela de inmediato el impacto que puede causar un buen escenario. 

Es un gesto que suelen hacer los niños y, cómo no, también los adultos cada vez que entran por primera vez a esta biblioteca. 

Un gesto único, enfatiza la directora, y es el de elevar la cabeza y quedarse mirando con los ojos muy abiertos hacia arriba. “Es enaltecedor. Sobre todo, si son niños pequeños. ¡Esto es una biblioteca! Nunca más se les va olvidar”. 

Agradecimientos a Carolina Nahuelhual, directora de la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica.

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