Publicado en 28 de diciembre de 2016

El desierto es un buen lugar para leer y escribir, opina Omar Monroy con absoluto conocimiento de causa porque disfruta de los libros desde que era pequeño y vivía en Barquito, puerto cuprero, contiguo a Chañaral. Siempre en ese paisaje arenoso, hasta que se casó y se tituló de profesor de castellano y quiso quedarse en Chañaral.

"Me enamoré de ese lugar", comenta, y argumentan que en 1978 tuvo la fortuna de recibir la invitación de Enrique Campos Menéndez, en ese entonces director de la Dibam, para que armara una primera biblioteca en su ciudad.

"Me consultó si existía un edificio o casa disponible para albergar la biblioteca, le respondí que sí, aunque no era cierto. Si le decía que no, no teníamos biblioteca y no me arrepiento de ello", confiesa Monroy, director, desde hace 38 años, de la Biblioteca Federico Varela de Chañaral.

Se la jugó por un nuevo espacio cultural, a pesar de que el alcalde de esa localidad se molestó en un comienzo por la gestión realizada. Monroy recuerda que el edil tuvo que ceder ante la gran oportunidad que podía significar que su ciudad contara con una gran biblioteca pública.

Primero abrieron sus puertas en un departamento municipal, luego se trasladaron a un edificio intermedio, hasta que finalmente se instalaron en 1991 al lado de la Costanera, en un reciento especialmente acondicionado para albergar los más de 14 mil libros, las salas multimedias, rincón de patrimonio local, galería iconográfica, cubículos de lectura silenciosa, cobijos para investigadores y educadores, salones de reuniones y la sala de lectura infantil con la que contaron hasta el 25 de marzo de 2015, cuando un aluvión destruyó todo.

"Creo que nadie se convence de lo que pasó el año pasado, porque significó la destrucción de muchos edificios de Chañaral, arrasó con la municipalidad, centros deportivos, centros culturales, escuelas, comercio y la biblioteca.

Nuestra biblioteca era como el centro de interés de la comunidad, porque todos la escogían para sus reuniones; no había otro local tan elegante y apropiado.

Era muy bonita. Fue un golpe tremendo para todos, pero hoy hemos ido comprando nuevos muebles, haciéndola más acogedora y esperamos pronto tener un nuevo y mejor espacio", añade su director, también autor de numerosas obras, como Un poeta muerto en el desierto, Historias mineras, A la Amante y Mi perro Corbata y otros poemas, entre otros 17 títulos más.

- ¿Qué estaba haciendo cuando pasó el aluvión?

- Me encontraba en la biblioteca con mi esposa y mis ayudantes, limpiando las aguas lluvias que ingresaban por un área del techo, sin ser avisados del inminente alud, por lo que fortuitamente escapamos hacia las partes altas del puerto. Sufrimos, porque no alcanzamos a rescatar el acervo histórico de la biblioteca que debía ser retirado en caso de una grave emergencia. Se intentó, pero ya era tarde al oír los alarmantes gritos y llantos de la gente.

Fue dramático observar el gigantesco aluvión de agua y barro que arrastraba camiones, buses, maquinarias, casas, escombros y pobladores que luchaban por sus vidas en ese torrente.

Vimos a dos hombres que se bajaron corriendo de una camioneta para subirse por el frontis de la biblioteca, a escasos segundos de ser arrastrados por el aluvión. O a ese valiente que se lanzó tres veces hacia las fangosas aguas desde el techo de la biblioteca para salvar a tres desesperados vecinos. Lamentablemente, varios coterráneos murieron. En esos días no teníamos nada, ni siquiera un cuarto para desarrollar nuestras labores.

- Ha tenido una participación muy activa en todo este proceso de reconstrucción, ¿cómo ha sido esta tarea?

- Modestamente, he colaborado en el proceso de reconstrucción en mi calidad de jefe de biblioteca y como presidente de la Corporación de Desarrollo de Chañaral, entidad de derecho privado que se preocupa de los intereses económicos, sociales y culturales de la comuna.

Transcurrido un mes de esa tragedia, la Pontificia Universidad Católica de Chile, gracias al apoyo de su rector Ignacio Sánchez, solidariamente levantó una biblioteca equipada, una confortable carpa de 110 metros cuadrados que ha permitido que se continúe prestando servicios a la comunidad.

Actualmente, contamos con 4.200 libros, lo que llevó a gestionar proyectos para adquirir nuevas estanterías. Nuestros mejores lectores son los niños, quienes cuentan con libros y mobiliario infantil.

Por otro lado, debo reconocer la preocupación de la Dibam, específicamente del aporte de recursos a través del Programa de Mejoramiento de Bibliotecas Pública, PMI, para elaborar el diseño arquitectónico del nuevo edificio de mil metros cuadrados, que se levantará en la plaza 26 de octubre, ubicada en el casco histórico del puerto.

"Estamos en el desierto de Atacama. Chañaral ha sufrido catástrofes: tsunamis, terremotos y siempre nos hemos levantado. Esa herencia nos motiva, es una lección".

- La biblioteca contaba con un total de 14.500 libros, pero también con mucho material asociado al patrimonio de Chañaral. A su juicio, ¿cuál fue la pérdida más importante?

-Efectivamente, la biblioteca contaba con un poco más 14.500 libros, equipos computacionales, sistema de protección electrónica de libros, una completa hemeroteca, equipo de automatización de libros y otros que fueron destruidos por el aluvión que inundó sus dependencias hasta dos metros de altura. No se pudo conservar ningún libro, tuvimos que dar de baja a todos.

Había mucho lodo y metales pesados, pues el agua arrastró mucho relave. Es un riesgo para los lectores. Pero la pérdida más sensible fue el material patrimonial y los archivos documentales. Desaparecieron miles de fotografías que registraban el pasado del puerto y su entorno.

Afortunadamente, con el paso de los meses, se recuperó un disco duro que guardaba el 85 por ciento del registro fotográfico y documentos históricos. Además, el director de la Dibam, Ángel Cabeza, dispuso la impresión digital de los diarios del siglo XIX de Chañaral que se conservan en la Biblioteca Nacional, noticia que alegró a los vecinos, ya que permitió recuperar un valioso material histórico.

- Las desgracias siempre obligan a buscar nuevas oportunidades, siendo así, ¿qué aspectos positivos ve hoy al interior de la biblioteca?

- Temporalmente estamos en la carpa, con limitantes como no contar con servicios higiénicos, pero nos hemos adaptado a esta transitoria realidad con optimismo. Lo positivo es observar que la biblioteca, a pesar de sus estrecheces, es acogedora, siendo visitada diariamente por lectores, convirtiéndose en un lugar requerido por distintas organizaciones.

Asimismo, hemos sido favorecidos para adquirir mobiliarios, equipos y recuperar documentos patrimoniales. Es loable también reconocer el aporte de la empresa minera Mantos Cooper, que continuará financiando el encuentro internacional de escritores que surgió desde la biblioteca hace 23 años.

- ¿Cómo diría que son sus lectores?

- Hay un hábito lector, producto de un trabajo de años. Teníamos un proyecto, el mensajero de los libros, un carrito que llevaba unos 300 libros y visitaba a los vecinos, haciendo un puerta a puerta, mientras que la radio anunciaba en qué barrio estaba y así salían las vecinas a pedir libros de cocina o de música para los jóvenes. Eso ayudó mucho y hoy la gente se acerca a su biblioteca, quiere ayudarnos a salir adelante.

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