Publicado en 07 de diciembre de 2017

En el kilómetro 3 del camino a Coyhaique Alto, en el sector Escuela Agrícola, hay un terreno de casi dos hectáreas ocupadas en la construcción de un nuevo edificio. 

Por un lado, está el Monumento Histórico Construcciones de la Sociedad Industrial de Aysén –testimonio de la ocupación y actividad ganadera de comienzos del siglo XX- y, a continuación, se levanta una moderna edificación que, sin duda, será un polo de desarrollo cultural y científico. 

Se trata del Museo Regional de Aysén, destinado a mostrar la historia del poblamiento en esta remota región. Aquí estarán representados los grandes escenarios de los Campos Hielo sur, pero también las historias más íntimas de quienes poblaron la zona. 

Un espacio nuevo, pero, al mismo tiempo, un viejo anhelo por parte de los ayseninos. Es también el museo regional más grande de Chile al incluir 5.000 m² de construcción y restauración.

 “El Museo Regional de Aysén es muy emblemático porque hace mucho tiempo que no hacíamos un museo nuevo, pero también porque los ayseninos sentían que era necesario tener una institución que les permitiera contar con espacios adecuados para conservar el patrimonio que hasta hoy se iba a otros museos o universidades”, advierte Alan Trampe, subdirector nacional de Museos de Dibam.

Por un lado, explica, destaca el anhelo de una comunidad por contar con un espacio capaz de proteger y acoger la historia y la cultura regional, pero, por otro lado, está el hecho de que se abren las puertas a este nuevo museo de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. 

En 2001, comenzaron a desarrollar el Plan nacional de mejoramiento integral de museos estatales, apuntando a perfeccionar las condiciones de toda la red de museos dependientes de esta subdirección (24 museos a lo largo de Chile), pero, en Aysén no tenían museo. 

Partieron de cero y eso, a juicio de Andrea Müller, encargada del área de exhibiciones de la Subdirección de Museos, es a todas luces una oportunidad, porque simplemente “está todo por hacer”.

El proyecto de restauración de la Sociedad Industrial de Aysén y su uso como Museo Regional de Aysén, es parte del Programa Puesta en Valor del Patrimonio que desarrolla el Ministerio de Obras Públicas a través de la Dirección de Arquitectura, junto a la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) y el Gobierno Regional de Aysén.
El proyecto de restauración de la Sociedad Industrial de Aysén y su uso como Museo Regional de Aysén, es parte del Programa Puesta en Valor del Patrimonio que desarrolla el Ministerio de Obras Públicas a través de la Dirección de Arquitectura, junto a la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) y el Gobierno Regional de Aysén.

El museo (que tuvo un costo aproximado de $ 9.000.000), explica Andrea Müller, va a contar la historia completa de la región, pero, además, pretende ser un polo que genere vida cultural y científica. No solo se espera que exista intercambio de exhibiciones con otros espacios culturales de la zona, sino que también puedan potenciar la labor de investigadores. 

“En Aysén, está todo por explorar. Recién se está investigando, porque la tecnología ayuda a llegar a lugares que era difícil acceder. Científicos que se instalan dos semanas en los hielos, con carpas cubiertas de nieve, llegando a lugares inhóspitos para investigar los líquenes o cambio climático. Una de las peticiones de la Región era que las investigaciones se queden allá, en el Museo, por lo tanto, habrá espacios para investigadores, depósitos gigantes y laboratorios”, aclara.

Para Gustavo Saldivia Pérez, director del Museo Regional de Aysén, y Ángela Morales Márquez, encargada de Desarrollo Institucional, contar con estándares adecuados para la conservación y manejo de colecciones, permitirá que el material levantado en la región permanezca allá y que las futuras investigaciones en torno a este, se desarrollen desde Aysén. Una de las misiones del Museo, explican, será la de difundir esa información de modo de acercar el patrimonio natural y cultural del territorio a sus habitantes.

No es poco. Desde sus experiencias -ambos nacieron en esta zona- ser parte de esta región les ha permitido disfrutar de comodidades actuales, pero también han podido experimentar la ausencia de servicios importantes, como la educación. 

Son cosas que marcan, dicen, que les hacen conocer cuál es el origen del sentimiento regionalista propio del aysenino. “Por eso, contribuir desde nuestra experiencia profesional en el desarrollo de una institución nueva, que van a poder disfrutar nuevas generaciones, es sin lugar a dudas motivo de orgullo”, añaden Gustavo Saldivia y Ángela Morales.

Participación de la comunidad

El Museo Regional de Aysén lucirá con toda su historia y su modernidad, de acuerdo con los estándares exigidos en la actualidad. Es que las formas en las que hoy se hace un museo no son las de antes. “En 30 años, ha cambiado mucho”, dice Alan Trampe. 

Miembros de la comunidad donaron objetos que luego se hicieron parte de la colección museal.
Miembros de la comunidad donaron objetos que luego se hicieron parte de la colección museal.

Hace 30 años, explica, los museos se creaban por decisiones más jerárquicas, institucionales, sin mucha participación, en cambio ahora, si hay algo que importa es la participación de la gente. 

Desde la experiencia de Trampe, hay más de un camino para crear un museo, dependiendo de si la iniciativa viene de manos de un privado o de una empresa; sin embargo, existe una tercera vía y es la de involucrar a las comunidades, a aquellas personas que tienen interés por perpetuar o resguardar un cierto tipo de patrimonio. 

“La participación de esas comunidades hoy en día es un elemento muy importante a la hora de crear un museo. Mientras más permanente sea la participación la gente, se asegura que este tenga un sentido”.

Algo que, por cierto, ocurrió en el Museo Regional de Aysén. Hasta ahora, aclaran Gustavo Saldivia Pérez y Ángela Morales Márquez, el proyecto ha tenido muy buena recepción por parte de la comunidad. 

Por un lado, lograron tranquilizar algunos temores que tenían que ver con una idea equivocada de que el Museo Regional de Aysén traería a Coyhaique todo ‘lo patrimonial’ que está en otras localidades y, por el otro, dejaron claro que la labor del museo sería la de potenciar otras instancias museográficas de la región, brindando apoyo técnico para emprender acciones conjuntas. 

Si bien el anhelo -por parte de los ayseninos- de contar con un museo estaba dando vueltas hace bastante tiempo, el proyecto partió hace unos cinco años cuando Dibam comenzó a preguntar qué es lo que quería la comunidad, además de entrevistar a arqueólogos, civiles, universidades. 

De ahí surgió un documento. A partir de eso, recuerda Andrea Müller, elaboraron un guion y definieron que contarían la historia, desde la épica de poblar y habitar un territorio complejo, muy fraccionado. 

Paralelo a esa investigación, comenzaron a llegar los primeros vecinos con sus propias colecciones. No fue fácil. Es que la gente suele pensar que los museos se llenan más con porcelana y joyas que con objetos rudimentarios.

“De a poco lo fueron entendiendo y nos llegaron, por ejemplo, una choca, hecha de tarro de café con un alambre de asa. Lo bonito son las historias que hay detrás de esos objetos. 

Hay guitarras, mucha arma (escopetas y pistolas), herramientas vinculadas al trabajo con madera, una escafandra, loza, estufas de parafinas, máquinas de coser. Detalles que hablan de lo difícil de vivir en un lugar donde se abastecían desde Argentina y una vez al año”, señala Andrea Müller.

Pasos a seguir

En Chile, no son pocos los que sueñan con crear museos. “La marca museo es muy positiva”, advierte Alan Trampe, argumentando que, por mucho que los teóricos los asocien a mausoleos o digan que pasaron de moda, a la gente les gusta y ven en el museo algo bueno. 

Tanto, que por su oficina ha visto pasar a varios ‘Quijotes’ soñando con levantar sus propios espacios de exhibición. Pero no es cosa de llegar y crear un museo. 

Tampoco hay recetas, dice Trampe. Para Dibam, es importante hacer diagnóstico de la situación, analizar qué es lo que hay en la zona, qué falta, y si hay otros museos. No buscan imponer, sino que participe la gente de cada zona.

A la hora de crear un museo, Andrea Müller explica que hay pasos a seguir que comienzan con el contacto con la comunidad, de modo de poder captar la sensibilidad, saber qué es lo que la gente quiere y necesita. 

Y, a partir del diagnóstico, elaboran el guion y definen el propósito (qué va a contar el museo, para qué, para quién), incluso el tono narrativo de los textos. Luego, se discute con los actores involucrados. Una vez que está terminada la estructura del guion, se licita el diseño museográfico y gráfico, para terminar en licitaciones de construcción y ejecución.

El Consejo Internacional de los Museos, ICOM, define al museo como “una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su ambiente con fines de estudio, educación y recreo”. 

Alan Trampe considera que un museo es un espacio abierto al público, reconocido como tal, donde existe vocación pública, un horario, libre acceso, y que efectivamente se resguarde y se exhiba un tipo de patrimonio. 

“El museo tiene un fin último y es el de colaborar para mejorar la calidad de vida, que sea un aporte para un cambio positivo en las personas, desde un niño que abre la mente al arte o a la arqueología, a un adulto mayor que quiera saber más de un tema. Que se motiven por estar en un lugar bonito. Es algo difícil de medir, pero genera un camino". 

Un museo no se hace solo para restaurar un cacharrito, sino que para provocar algo positivo en las personas. Y si ayudamos en eso, vale la pena”, remata Trampe.

Más democráticos y cercanos

“La génesis de los museos en Chile está vinculada a la necesidad de preservar para las futuras generaciones aquellos elementos -objetos patrimoniales- a los que la sociedad atribuyó un valor particular como representativos de la cultura e identidad del país”, afirma Alan Trampe, en la revista Museos, número 26, de 2007. 

Se crean, primero, el Museo Nacional de Historia Natural, el Museo Histórico Nacional y el Museo Nacional de Bellas Artes hasta que, más tarde, en 1929, comienza a funcionar la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam, con el fin de resguardar parte fundamental del patrimonio nacional. 

Eran años en los que el concepto de patrimonio era algo más “rígido y limitado”, añade Trampe. Sin duda, ha habido cambios, pues si hay algo que destaca el subdirector nacional de Museos, es que hoy los museos buscan “transformarse en una alternativa atractiva para los potenciales usuarios, acercándose a la comunidad, elaborando proyectos de calidad y asumiéndose como espacios abiertos, cercanos, entretenidos, democráticos y plurales”. 

Actualmente, hemos vivido un proceso de renovación de contenidos y de mejoramiento en los estándares de las exhibiciones. Para lograr estos objetivos, aclara Trampe, se ha hecho un trabajo que incluye evaluación diagnóstica, participación con las comunidades, formación de equipos multidisciplinarios, desarrollo de guiones creativos y actualizados, y valorización de las colecciones patrimoniales, entre otros.

Otros contenidos de nn