Publicado en 26 de diciembre de 2016

Una vez hubo un tren que viajaba entre grandes bosques y hojas de gruesas nalcas. Un paisaje verde que se disfrutaba a paso lento, pues si hay algo que lo caracterizaba era justamente su parsimonia, quizá, tan propia de los antiguos ferrocarriles. Pero, además, de este escenario, había otro presente y era el del agua: el tren no era uno cualquiera, sino que se construyó en medio de una gran y mágica isla.

Pocos saben esta historia: entre 1912 y 1960 corrió un ferrocarril en Chiloé, que comunicó el espacio terrestre y el marítimo, y tuvo como principales destinos a Castro y a Ancud. Insular como pocas veces se ha visto. Patrimonio casi desconocido, que hoy se revive luego de que el Consejo de Monumentos Nacionales aprobara la solicitud de declaratoria para que sean Monumento Nacional.

Aplauden los chilotes, pero sobre todo aquellos que estuvieron involucrados en esta tarea de rescatar los vestigios del ferrocarril. Una estación, un puente y una locomotora son las tres piezas que ahora se pondrán en valor gracias al accionar de muchas entidades, entre las que destaca el Colegio de Arquitectos de Chiloé, la Agrupación del Rescate y Preservación del Patrimonio Cultural y Natural de Ancud, el Museo Regional de Ancud, el Club de Leones de Castro y los vecinos de Butalcura, entre otros.

Mingas

Hay varias aristas en esta historia, pero curiosamente todas se unen en algún minuto con la tradicional minga. Esa fiesta en la que se juntan los chilotes para trasladar casas, en las que usan como únicas herramientas la yunta de bueyes y el rodamiento de maderos, también estuvo presente en esta tarea, pero, en vez de mover una vivienda, tomó forma de trabajo colectivo.

Los arquitectos hicieron una minga que les ayudó a confeccionar el expediente con el que pedirían la protección de la ex estación de trenes de Ancud, y por otro lado el Club de Leones de Castro organizó una segunda minga para lograr nada menos que el traslado de la locomotora desde la maestranza de San Bernardo, ubicada en Santiago, hasta Chiloé. Hazañas que tienen su propio relato.

"Fue un trabajo colectivo y solidario, por un objetivo común", advierte Macarena Almonacid", arquitecta de Ancud, y miembro de la delegación zonal Chiloé del Colegio de Arquitectos. En 2014, explica, producto de la amenaza de demolición de un edificio, los arquitectos de la ciudad se organizaron y "en minga" confeccionaron un expediente para declarar a ese inmueble Monumento Histórico.

Al evitar su demolición, asumieron un rol proactivo, esperando contribuir a la puesta en valor de su territorio. Un año después, Macarena se unió a las arquitectas Paula Bastías, Alicia Mayorga, Victoria Cárdenas y Cecilia Valderrama para postular a un Fondart Regional que les permitiera confeccionar el expediente de declaratoria a Monumento Histórico de la Estación de Ancud.

En agosto del 2016, el Consejo de Monumentos Nacionales se contactó con ellas con el fin de entregar información pertinente al expediente, en un esfuerzo por proteger los bienes ferroviarios de Chile.

La minga creció y tuvo éxito.

antigua estación de tren

antigua estación de tren
"Buscábamos proteger y poner en valor el único inmueble en pie, testimonio de la historia del tren que unió las ciudades de Castro y Ancud, el cual se encuentra desprotegido y en constante exposición al deterioro. Este valioso inmueble es parte de la memoria colectiva de todos los ancuditanos y habitantes de la Isla Grande de Chiloé y, gracias a esta iniciativa, la estación de trenes es el segundo inmueble protegido por ley en la comuna de Ancud", advierte Macarena Almonacid.

Milton Moya, topógrafo, ex alcalde de Quinchao y "un enamorado de Chiloé", también participó de otra minga para trasladar la locomotora Herschel 5057, desde la maestranza de San Bernardo hasta Castro.

En su calidad de segundo vicepresidente del Club de Leones de Castro, recuerda que, en 1980, se propusieron intentar buscar alguna locomotora representativa de esos años.

La gran obra ferroviaria, añade, estaba quedando en el olvido y había que empezar a rescatarla. Milton Moya buscó y buscó, hasta que llegó a la estación del ferrocarril militar de Puente Alto y no queriendo entrar, decidió mirar por el muro hacia adentro.

Era 1982. "Estando sobre el muro, despertó suspicacia en unos guardias del recinto, los que me 'invitaron' a ir a hablar con ellos. Un joven teniente me dijo que esa no era la forma, que debía solicitar autorización al mando. Aun así, la situación de la locomotora no era de fácil resolución", recuerda.

No dándose por vencido, decidió ir a la Dirección General de Ferrocarriles del Estado, lugar donde le anunciaron que no había locomotoras como las que él buscaba, pero que si el Club de Leones lograba encontrarla no habría problemas en donárselas. Moya quiso probar suerte en la Maestranza de Ferrocarriles de Estado de San Bernardo. Y tuvo éxito. Unos antiguos ferrocarrileros lo llevaron hasta la locomotora 5057.

"Es de imaginar la emoción, los latidos del corazón tan fuertes como las bielas de las ruedas", rememora. El siguiente paso fue obtener la donación de la máquina por parte del Director General de Ferrocarriles, después llevar la locomotora hasta Castro. Trasladarla, primero, mil kilómetros entre Santiago y Puerto Montt y, desde Puerto Montt a Castro, vía carretera, 220 kilómetros más, sin olvidar el trasbordo en el canal de Chacao.

Un convoy especial llevó la locomotora desde San Bernardo hasta Puerto Montt; convoy que incluía a 300 hombres, y una grúa para cargar 50 toneladas, además de un camión. Larga travesía que logró dejar a la máquina en el sector puerto de Castro.

"Y llegó el gran día y en una numerosa minga, como las de antaño, unos 200 hombres trabajaron para descargar nuestra locomotora, la locomotora de Castro, único testimonio físico de esta gran obra de ingeniería. Dice que para los que participaron en esa gran acción de servicio cívico fue mucho más que trasladar unas cuantas toneladas de hierro.

"Fue la esencia misma de nuestra historia insular y ferroviaria, muestra testimonial que Chiloé desea más que nada mantener su rica historia y gran patrimonio, no solo en lo cultural, arquitectónico y costumbrista, sino que también en estas grandes obras que dieron un impulso especial a nuestra isla", añade Moya.

"No, gracias; voy muy apurada"

Puente rodeado de naturaleza

Puente rodeado de naturaleza
El ferrocarril unió Ancud y Castro por medio de un trazado de 88,4 kilómetros, a los que se suman otros 8,4 kilómetros del ramal Ancud-Lechagua, sitio donde estaba la última estación del recorrido hacia el norte.

En total, había diez estaciones: Ancud, Pupelde, Coquiao, Puntra, Butalcura, Mocopulli, Pid-Pid, Castro, Piruquina y Llau Llao.

Macarena Almonacid, explica que la estación de Ancud es un tipo de arquitectura austera, que cuenta con corredor, además de ventanas y puertas de estilo neoclásico. Destaca por estar construida íntegramente en madera, mediante un sistema de ensambles y empalmes, propio de la tradición carpintera del archipiélago de Chiloé.

Hasta hoy existen las siguientes dependencias:

  • Boletería
  • Sala de espera
  • Oficinas del jefe de estación
  • Oficina del inspector.

Junto al puente ubicado sobre el río Butalcura son los únicos testimonios ferroviarios que conservan las características de la época. El puente es también valorado por los habitantes de Puntra y de Butalcura, pues en torno a él crecieron estas localidades que hoy son parte de la Isla Grande de Chiloé.

El ferrocarril de Chiloé empezó a construirse en febrero de 1909, bajo la presidencia de Pedro Montt Montt, y se inauguró durante el gobierno del Presidente Ramón Barros Luco.

Antes de su existencia, aclara Felipe Montiel, profesor de historia y geografía, director del Museo Municipal de Castro y coordinador de la Comisión Asesora del Consejo de Monumentos Nacionales, provincia de Chiloé, existía una antigua ruta que unía Castro con Ancud; sin embargo, el único camino posible, para los chilotes, era el mar.

La red ferroviaria tenía originalmente cinco locomotoras a vapor, de variados tamaños (luego se añadió el sistema de buscarril), y estaba destinada a transportar pasajeros y carga, pero finalmente sirvió para potenciar la explotación forestal y ganadera. El trayecto duraba inicialmente cinco horas.

"Su lentitud fue motivo de anécdotas y chistes, de tal manera que se recuerda que, en algunos lugares, como en la cuesta de Butalcura, los pasajeros debían bajarse a empujar el tren. Se comentaba que en una oportunidad, caminaba una viejecita por un costado de la línea, de tal modo, que muy amablemente el conductor ofrece llevarla y ella le contesta: 'No se preocupe señor, voy muy apurada'", relata Felipe Montiel.

Pero no es lo único que rescata. El tren, añade Montiel, fue motivo de inspiración para varios escritores, entre ellos, Neruda. Hay una carta, del año 1925, dirigida al escritor Rubén Azócar donde alude poéticamente a este medio de transporte.

Camahueto de hierro

El terremoto de 1960 que destruyó a Valdivia, Cautín, Osorno y Llanquihue, también afectó significativamente a Chiloé y junto con esto sepultó la idea de tener una red ferroviaria en la isla. Dejó de funcionar, pero los chilotes nunca lo olvidaron.

El tren, explica Felipe Montiel, permitió en pocas horas unir las dos ciudades más importantes y romper en parte ese aislamiento interno al que estaban acostumbrados. Desde su punto de vista, por lo tanto, proteger los vestigios ferroviarios entrega una oportunidad distinta para este lugar, más allá de las iglesias que hoy son Patrimonio de la Humanidad.

"La puesta en valor de una pequeña parte de la historia ferroviaria de Chiloé, es una manera de preservar en el tiempo, una parte importante del desarrollo de nuestro pueblo. Es el recuerdo de una época de viajeros, de trabajadores de la Patagonia y de las salitreras, donde el chilote se convirtió en viajero obligado y buscó el sustento de su familia en la Patagonia chilena y argentina".

Para Macarena Almonacid, la protección legal de la ex estación de trenes de Ancud, podría posibilitar la gestión de recursos económicos públicos y privados para su conservación, restauración y mantención. Incluso ya se discute con los vecinos el sueño de convertirlo en museo.

"La valorización de lo propio podría ser una herramienta de desarrollo sustentable para el territorio, que puede brindar mejor calidad de vida, e impulsar planes de desarrollo vinculados a la temática del patrimonio, los cuales podrían perfilarse como iniciativas con un alto valor social y económico para el territorio", aclara.

No son los únicos que han pensado en un museo. Después de trasladar la locomotora desde San Bernardo hasta Chiloé, Milton Moya entregó una carpeta a la Municipalidad de Castro que incluye estas propuestas:

  • Reconstrucción de la antigua estación de ferrocarril Castro-Ancud
  • Exposición permanente de fotografías de la época
  • Museo que acoja carros, ruedas y ejes.

Todo para recordar el denominado Camahueto de hierro.

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