Publicado en 01 de septiembre de 2016

El sol pega fuerte sobre la cancha de básquetbol donde juegan unos niños. Son todos muy pequeños y visten uniformes que incluyen corbatas en los niños y chapes bien puestos en el pelo de las niñas.

"Estoy jugando con mis amiguitas en la cancha, que también es nuestro patio. Siempre terminamos haciendo rondas con los padres oblatos que usan unas sotanas inmensas, largas, y con ellos cantamos canciones en francés. ¡En francés! Y bajo ese sol implacable, pero como nací ahí, no me hace nada. Todos los días tenemos ese sol tan lindo", describe María Moscoso, como si hubiese sido ayer. Como si le faltara mucho para tener sus actuales 67 años.

El escenario es la escuela San Mauricio, ubicada en la salitrera Humberstone, lugar donde María nació y vivió hasta los 12 años. Guarda las mejores imágenes de esos años. "Algo imborrable", añade. Por eso se entusiasma al recordar esa vida justo ahora que se celebran los 11 años de la declaratoria de Humberstone y Santa Laura como Patrimonio de la Humanidad, por parte de la Unesco.

Santa Laura acogió a un total de 425 habitantes, en tanto que Humberstone albergó a 3 mil 500 personas. María Moscoso fue una de ellas. Sin duda, una protagonista más del llamado ciclo salitrero (1830 - 1930), período donde hombres y mujeres se trasladaron hasta el norte, para trabajar en la minería, soportando no solo extensas jornadas laborales, sino que un sol y calor propio del desierto más árido del mundo. Una vida de esfuerzo que hoy, algunos pampinos, miran con cierta nostalgia.

"Para mí -explica- haber vivido en la salitrera significa todo. Si bien es cierto que mis papás (Herberto Moscoso y Elisea Dávalos) eran de Iquique, ellos partieron jovencitos a Humberstone y ahí nací yo y mis nueve hermanos".

"Gracias a Dios, mi papá no tuvo trabajos forzados como la mayoría, sino que él hacía oficios de mecánico. Los papás de mis amiguitas, en cambio, sí tenían que trabajar en una calichera, siempre extenuados trabajando día y noche", dice María.

"Mi mamá -cuenta- estaba con nosotros y ella, muy emprendedora, llegó a ser concesionaria de la casa de huésped en Humberstone, donde se quedaba la gente que venía a ver las salitreras, sobre todo cuando fue el ocaso y querían comprarla. Me tocó vivir la parte bonita y fea, porque empezaron a irse mis amigos y la salitrera iba quedando vacía".

Desafíos del patrimonio en peligro

En julio pasado se cumplieron los 11 años desde que Unesco declaró a Humberstone y a Santa Laura Patrimonio de la Humanidad y, al mismo tiempo, se las incluía también en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro. Un honor que ha ido de la mano con el esfuerzo por preservar estos sitios históricos.

A juicio de Mónica Bahamondez, subdirectora Nacional de Gestión Patrimonial de Dibam, esta última categoría no es algo particularmente vergonzoso -considerando que hay muchos otros patrimonios en igual situación- sino que es un llamado de alerta para revertir y corregir todo riesgo inminente, muchos de ellos asociados al desmantelamiento y a los antiguos procesos de extracción del salitre que requerían de altísimas temperaturas y que, con el paso del tiempo, provocaron el deterioro de sus construcciones.

A pesar de que ha habido avances en estos años, el llamado de alerta sigue pendiente y tiene plazos definidos. El director de la Dibam y vicepresidente ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales Ángel Cabeza, afirma que se espera que de aquí al 2018 las salitreras puedan salir de la lista de Patrimonio Mundial en Peligro.

"Tenemos este desafío que debemos abordar, es difícil retirar a un bien de la lista en peligro, pero estoy confiado, basado en lo que hemos hecho junto a los pampinos, sus familias, el gobierno regional, las autoridades locales y el Consejo de Monumentos Nacionales", señaló recientemente en un seminario realizado en Iquique.

Algo más crítico se muestra Sergio Bitar, director de la Corporación Museo del Salitre: "no veo ni gente interesada ni recursos para que se pueda mantener correctamente el patrimonio. En Chile, es importante que se diseñe una estructura institucional para proteger, impulsar, sostener y desarrollar nuestros patrimonios de la humanidad", advierte.

Bitar es literalmente un experto. De partida, no habla de 11 años como hito vinculado a la distinción de la Unesco, sino de 20. Desde su punto de vista, la historia de Humberstone y Santa Laura como Patrimonio de la Humanidad partió en 1996.

Lo resume así: Era senador por Iquique y recibió en su oficina a un grupo de pampinos que le pidieron ayuda para evitar que las oficinas salitreras desaparecieran a causa de los saqueos y del paso del tiempo. El senador no podía creer que toda esa cultura del norte; todo lo que involucró un proceso de industrialización, de movimiento social y político, terminase.

Le pidió apoyo al ex intendente de Antofagasta y hoy secretario general de la Corporación Museo del Salitre Jorge Molina, y al ex gobernador de Iquique Silvio Zerega, y crearon la Corporación Museo del Salitre.

El siguiente paso fue tratar de recuperar Humberstone que, si bien el terreno es de propiedad estatal, sus bienes muebles están en manos de un privado. Al mismo tiempo, reunieron firmas para pedir que Humberstone y Santa Laura fueran Patrimonio de la Humanidad.

"Parecía una locura", añade Bitar, pero la "locura" creció y en 2000 partió a la Unesco en París con una maleta de la época de las salitreras llena de firmas. En la organización mundial le adviertieron que esta petición debía hacerla el Estado de Chile.

A su regreso, Bitar se enteró que iban a rematar Humberstone. Pidió recursos y terminó pagando 110 millones de pesos. La Corporación Museo del Salitre adquirió los bienes muebles y obtuvo la concesión del terreno por 30 años.

Una vez que terminó su periodo de senador, fue nombrado ministro de Educación, dejó la presidencia en la Corporación, y junto con pedir el Monumento Nacional para Sewell, lo hizo también para Humberstone y Santa Laura.

Luego vino el paso crucial. En 2005, junto al apoyo de Ángel Cabeza, en ese entonces secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos, viajó a la conferencia de Unesco, celebrada en Durban, Sudáfrica. "Tuve que hacer uso del máximo de mis habilidades políticas (ríe) porque había mucha resistencia, pues Humberstone y Santa Laura estaban en muy mal estado, pero finalmente logramos convencer de que haríamos un gran esfuerzo y lo aceptaron con la condición que quedara sujeta a la lista de Patrimonio Mundial en Peligro".

Fue y es un tremendo trabajo, admite Bitar. Y enumera avances, como haber fortalecido la estructura de la planta de chancao, la restauración de casas, barrios, del teatro, hotel, iglesia, recova, reloj y la escuela, además de la instalación de baños y alumbrado público, la creación de un memorial dedicado a las víctimas de la Matanza en la Escuela Santa María de Iquique, la digitalización de fotografías y archivos, la obtención de derechos de agua y la unidad de ambas salitreras sin la carretera que inicialmente las separaba.

Se suman dos últimos proyectos: la reinauguración de la pulpería y las próximas instalaciones del Museo del Salitre y el Museo del Yodo.

Por lo pronto, la Corporación Museo del Salitre espera que en una glosa del Presupuesto Nacional se establezca un aporte de base para los 5 sitios Patrimonio de la Humanidad de Chile. Es necesario, explica Bitar, que el Estado asegure un piso para que las salitreras puedan mantenerse y contar con un equipo de gente, en la corporación, que vaya rotando en el tiempo.

En la actualidad, la Corporación Museo del Salitre destina un recurso base de 300 millones anuales que "permite sobrevivir", pagar guardias, luz, pintar, pero que no incluye proyectos, como el del museo y su museografía (cercano a los mil 500 millones).

Consciente de ello, el asesor del Centro Nacional del Patrimonio Mundial de la Dibam, Claudio Cabezas, asegura que ya están buscando fórmulas para que el propietario tenga financiamiento que pueda destinar a seguridad, mantenimiento y permanencia del personal que trabaja en las salitreras. El Estado, explica, no aporta directamente recursos, sino que se hace a través de proyectos y, por lo tanto, se deben buscar medios para que también aporte para este ítem.

En cuanto a los pasos a seguir de aquí a 2018, Cabezas menciona obras pendientes:

  • Consolidación de tortas que evitará posibles derrumbes de antiguos residuos salitreros
  • Elaboración de un plan de manejo
  • Creación de un plan de conservación
  • Confección de un plan de interpretación del sitio (vinculado a la manera en cómo se muestran las salitreras)
  • Implementación de medidas de seguridad que se sumarían a las ya existentes.

Existe, además, un convenio firmado con la Universidad Federico Santa María para obtener asesoría de arquitectos en materia de riesgos.

Entre otras exigencias de Unesco, cabe también señalar que se hace indispensable garantizar una zona de amortiguamiento, es decir, que el Estado proteja el paisaje aledaño al sitio de manera que el entorno de las salitreras permanezca inalterable.

La Dibam es el organismo responsable de que se cumplan las acciones y está haciendo lo posible para que, de aquí al 2018, puedan informar que todas las acciones están cumplidas y en julio de 2019 la Unesco pueda sacar a las salitreras de la Lista en Peligro, agrega Cabezas.

Chile alimentó al mundo

Si hay algo en lo que existe consenso es en la idea de que los chilenos tenemos que conocer Humberstone y Santa Laura. Un deber que va más allá de lo que aprendimos en los libros de historia. Una cosa es saber que en Chile llegaron a haber 118 oficinas salitreras y 46 mil 470 trabajadores y otra muy distinta es estar ahí.

Se trata de dimensionar. "La naturaleza nortina es muy potente. Los extranjeros hablan del silencio ensordecedor. En las noches te quedas ahí y ves esas estrellas e imaginas a la gente que vivía ahí, con una tremenda fuerza", describe Sergio Bitar.

Más allá de la poesía, en su libro "Un futuro común.Chile, Bolivia, Perú, el norte de Chile en el siglo XXI" (Aguilar), Bitar se detiene en cifras que revelan la labor trascendental que cumplió el país durante esta época: "el salitre llegó a representar más de la mitad de las exportaciones. En 1915 originaba el 80% de los ingresos fiscales (…). Con la perspectiva actual es posible afirmar que la explotación del salitre fue la primera gran actividad multinacional de América Latina".

Mónica Bahamondez refuerza también esta idea, argumentando que Chile fue una potencia. El salitre chileno, añade, fue conocido en el mundo entero y permitió que, en medio de la pobreza más absoluta, la agricultura se desarrollara. Por eso se llamó el oro blanco. "Nosotros alimentamos al mundo y no lo sabemos. No solo eso, se generaron grandes fortunas y movimientos sociales. Forma parte de nuestra historia y sin embargo, sabemos más de la Edad Media y de los romanos, que de lo que pasó en Chile".

Esa nostalgia

La historia del ciclo salitrero está marcada por el comienzo de la era industrial y de la riqueza, pero también por el sufrimiento de muchas familias que debieron aceptar largas jornadas laborales y condiciones salariales que ni siquiera permitían recibir sueldos con moneda sino que con fichas salitreras.

El movimiento social parte acá y, a pesar de esto, hoy son muchos los pampinos que miran con cierta nostalgia la vida de esos años. Hay teorías al respecto. Mónica Bahamondez cree que quizá existe añoranza a una juventud y a una vida en familia que ya no está.

"Es bien impresionante -dice- pero los pampinos dicen hoy que la mejor época de sus vidas fue cuando trabajaban y vivían ahí. Desde nuestra perspectiva, vemos que ellos vivían hacinados, con calor, con techos de lata, con dueñas de casa que tenían que hacer malabares para lavar la ropa donde no había agua".

Cuesta entender que hayan sido felices, pero el ser humano tiene la capacidad de borrar lo negativo para poder quedarse solo con las cosas alegres. Si bien ellos saben que allá lo pasaron mal, el recuerdo primordial es que estaban con los niños, que tenían su casa, el pan asegurado, su plaza", explica.

Sergio Bitar, argumenta que se fue formando una cultura no solo del movimiento social y político, sino de cómo comer, de cómo reunirse en las noches, de cómo relacionarse con la empresa, de cómo jugar, de cómo comprar en la pulpería; de cómo vivir.

"El ser humano es muy complejo porque también cuando recordamos la prisión política en la Isla Dawson hay un gran sufrimiento, pero también hay una gran sublimación de ese sufrimiento entendido que fue una lucha por algo mejor", enfatiza.

Se genera un movimiento, añade Bitar, pues vienen los primeros cambios sociales, el surgimiento de los partidos políticos de izquierda, pero al mismo tiempo la pampa se impone con fuerza. Ahí está el frío de la noche, el brillo del cielo, la luminosidad de las estrellas.

La nostalgia, admite María Moscoso, es la gran crítica que les hacen. "Dicen que los pampinos somos unos llorones, pero cómo no, si la pampa nos enamoró. El sacrificio de vivir ahí, pero en comunidad, nos hizo tener la capacidad para salir adelante, porque si no, te llevaba la vida nomás. Hay algo más fuerte en esta historia y es que la pampa nos embrujó".

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