Publicado en 20 de enero de 2017

Similar al tamaño y forma de un refrigerador, es la caja fuerte donde están guardadas algunas partituras de los versos del Despedimiento del angelito, de Víctor Jara; un ejemplar de la Gaviota y de la Antorcha de Plata del Festival de Viña del Mar, el diseño de la cápsula que rescató a los 33 mineros y la foto en blanco y negro de Salvador Allende, una imagen clásica perteneciente a Jorge Opazo Galindo.

Todos estos tesoros patrimoniales se guardan y protegen de robos, fuego y del paso del tiempo en las oficinas del Departamento de Derechos Intelectuales de la Dibam, donde todos los días llegan autores consagrados y nuevos talentos que buscan proteger sus creaciones. Entre de los registros más valiosos de Chile hay primeras ediciones, obras que se creían perdidas y partituras musicales.

"Son importantes pues contribuyen a entender el desarrollo de la historia de Chile", declara Claudio Ossa, jefe de esta entidad, que añade que a partir de estas lecturas uno puede comprender cómo se vivieron algunos momentos del país como, por ejemplo, epidemias o procesos económicos.

Acá están los registros de estudios médicos sobre el cólera, pero también estadísticas sobre la extracción del salitre y del cobre. Y no es lo único. Hasta estas oficinas llegaron un día a registrar sus obras grandes artistas como:

  • Violeta Parra
  • Víctor Jara
  • Pablo Neruda
  • Marcela Paz,
  • Gabriela Mistral
  • Nicanor Parra
  • Los hijos de los Parra, entre muchos otros.

También llegó el teniente del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, y días más tarde lo hizo Volodia Teitelboim. Ambos figuran en el mismo tomo. Pinochet tiene asociado un registro, aunque no está claro que sea de su autoría.

Libros ocultos

Ordenando, limpiando el polvo entre cajas y repisas, un día Claudio Ossa se encontró con algo que jamás habría imaginado: cerca de cinco mil obras que permanecieron ocultas durante la dictadura de Pinochet.

"Había un tremendo desorden en el depósito y eso aportó a que se salvaran estas obras. Estaban en unas estanterías que había que encaramarse y me llamaron la atención. Empezamos a sacarlas y descubrimos los libros. Obras desde el año 65 hasta el 86, de todas las editoriales vinculadas a la izquierda de la política chilena.

"Fue un privilegio haber encontrado estas cajas", destaca Ossa, para quien resuta notable que durante la dictadura hubo gente que las guardó con mucha visión. No se sabe quiénes fueron, pero sí se sospecha que tenían conocimiento, pues lo hicieron muy bien.

¿Somos o no somos poetas?

"Chile, país de poetas" dice el dicho y lo repite también Claudio Ossa, quien asegura que en los últimos 15 años ha aumentado considerablemente el número de personas que llegan hasta el departamento de Derechos Intelectuales de Dibam a presentar sus obras. Hoy, aclara, existe un promedio de 12 mil 500 registros anuales, algo que daría cuenta que nuestra capacidad creadora es fuerte.

A su juicio, esta cifra es un factor que puede ser altamente rentable si uno da los incentivos correspondientes para que se convierta en industria.

En la actualidad, se registran obras literarias, artísticas (música, arte, esculturas) y científicas (industria de la tecnología, programas de computación, diseños web, desarrollo de investigación) y de todos estos el más solicitado es el del ámbito literario. "Chile es país de poetas, pero no sabemos bien si somos buenos, malos o regulares. Es fácil denominarse poeta, pero no se puede discriminar a nadie pues todos tienen el derecho a ejercer la libertad de creación".

Agradecimientos a Claudio Ossa, jefe del departamento de Derechos Intelectuales de Dibam, abogado conservador del Registro de Propiedad Intelectual de Chile.

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