Publicado en 21 de julio de 2017

Desde la segunda mitad del siglo XIX, las ciencias ingresaron a la escuela para ser impartidas en la educación secundaria. 

Los planes de estudios incluyeron la enseñanza de la zoología, botánica, biología, química y física, lo que demandó la formación de docentes, nuevos métodos pedagógicos y la adquisición de material didáctico e instrumental de laboratorio. 

La modernización y el desarrollo del país estaban en el centro de los nuevos aprendizajes a impartir, del cual se esperaba que los alumnos adquiriesen los conocimientos útiles para el progreso de la nación. 

De este modo, la enseñanza científica contó con una orientación práctica y experimental al servicio de la minería, la industria, la agricultura y la ingeniería. 

Los docentes enfatizaron los conocimientos relacionados con la electricidad y la mecánica, y su importancia en el desarrollo productivo del país. 

Además, se privilegió el estudio de los recursos naturales, flora y fauna locales. 

Las clases de ciencias debían tener una orientación experimental y práctica, enfocada a ámbitos concretos, por lo cual se importaron desde Europa y Estados Unidos, materiales, máquinas e instrumentos para hacer demostraciones, montar gabinetes y laboratorios. 

Los maestros también confeccionaron muestrarios de minerales, plantas e insectarios representativos de sus respectivos territorios.

El objetivo de estas nuevas prácticas educativas era el desarrollo de las capacidades de investigación, análisis y síntesis en los estudiantes, promoviendo un rol activo de estos en los procesos de aprendizaje.

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