Un nacimiento en la Biblioteca Nacional

Una niña nació al interior de la Biblioteca Nacional. No solo eso. También pasó su infancia en este palacio. "Yo nací aquí en este edificio, tal como está ahora, en el tercer piso", confesó Lía Reyes, cuando ya habían pasado varios años y un día llegó hasta la oficina de Justo Alarcón, en ese entonces secretario de la Biblioteca.

Era en 1935 cuando el padre de Lía trabajaba como mayordomo de la Biblioteca Nacional. Vivía en el tercer piso de esta institución, junto con su familia. Allí, donde hoy se encuentra el casino, nació ella.

Sus padres se habían casado bajo los oficios del ex director Alejandro Vicuña y la niña fue bautizada por él mismo. "Pronto se dio cuenta de que vivía en un verdadero palacio en cuyos corredores y escaleras podía jugar y correr cuando la biblioteca quedaba sola", añade Alarcón.

Los domingos generalmente iba de visita la familia de Armando Tapia, otro funcionario que tenía tres hijas. El juego preferido de ellas era subir y bajar por los ascensores enrejados cuyas palancas Lía sabía manejar a la perfección.

Tanto, que lograba detenerlos entre dos pisos, causando el pánico y los gritos de sus compañeras. Después se iban a la sala infantil donde jugaban "a los empleados y directores" llenando boletas de pedidos. Otro lugar preferido era el montacargas de la sección de los diarios hasta donde la niña siempre iba acompañada de su padre.

Una vez que éste falleció, Lía debió irse del que había sido su hogar desde siempre. Tenía 17 años. Pasó el tiempo, hasta que un día se presentó en la oficina de Justo Alarcón.

"Me sorprendió, encontré muy bonita su historia. Se acordaba perfectamente de los nombres de las personas y eso era importante para mi trabajo, pues me hizo precisiones que más tarde incluí en mi libro Biblioteca Nacional de Chile. 1910-1990. Me decía: 'Aquí trabajó fulano de tal, acá don tanto'. Me ayudó mucho", recuerda.

¡Aquí penan!

Antes de que la Biblioteca Nacional se instalara en su edificio actual, el sitio estaba ocupado por el Convento de las monjas Clarisas. En 1913, las religiosas abandonaron el lugar llevándose sus cosas e incluso un cofre con los restos óseos de sus compañeras. Cargaron con todas sus pertenencias, salvo por un detalle…

En octubre de 1924, la biblioteca comenzó a funcionar y, poco a poco, empezaron a circular extrañas historias. Comentarios de figuras que aparecían y se esfumaban. Personas que corrían por las escaleras. Risas, murmullos y ruidos. Luces que se encendían solas.

La gente no tardó en encontrar una explicación: "Se trata de las monjitas que regresan en forma de fantasmas". Para ratificar las sospechas, varios años después, cuando se hacía un trabajo de excavación, en Alameda y Mac-Iver, se encontró la tumba de una antigua dama, lo cual exacerbó la creencia que se extiende hasta nuestros días.

"Es algo muy popular. Tu entras a la biblioteca como funcionaria y lo primero que te dicen es '¡aquí penan!', 'aquí andan unas monjitas que vivieron antes'. La gente cree que eso es cierto. Yo nunca vi ni me sucedió nada, pero es tan común esto de que se apaguen las luces que… bueno, uno termina creyendo que son bromas", admite Justo Alarcón.

No lo experimentó nunca, pero siempre escuchó que donde más se oía a las monjitas era en las escalas del primer y segundo piso.

Neruda y la embajada de Alemania

En 1937, la embajada de Alemania en Chile inauguró una exposición de libros alemanes que no fue bien vista por todos. El diario del Frente Popular denunció que la muestra no tenía ninguna objetividad, considerándola una propaganda impresa del nazismo.

Meses después, Pablo Neruda, que era presidente de la Alianza de los Intelectuales de Chile, organizó en la Biblioteca Nacional una semana dedicada a la cultura alemana, la cual sería inaugurada con una exposición de libros más un ciclo de conferencias. Incluirían textos alemanes prohibidos por el Tercer Reich. "Era la otra parte que no había sido mostrada por la embajada", aclara Justó Alarcón.

Sin embargo, esta iniciativa no fue bien recibida por el embajador de Alemania, quien presentó sus reclamos directamente al presidente Arturo Alessandri Palma.

Este último no tardó en ordenarle al director de la Biblioteca que impidiera la realización de esta exposición. El director obedeció, le avisó a Pablo Neruda y renunció al cargo. Aunque no se la aceptaron.

Al día siguiente, el diario del Frente Popular publicó la noticia con el siguiente título: "Hitler ordenó prohibir la exposición del libro alemán antinazista y el gobierno obedeció".

El Premio Nobel de Literatura, por su lado, también habría dejado sentir su rechazo. Varias veces el director de la Biblioteca Nacional lo invitó a ir a esta institución e incluso, en enero de 1945, lo designaron visitador general de imprentas, pero nunca asumió dicho cargo.

"Creo que fue por el problema con el embajador de Alemania, había pasado poco tiempo y, además, debe haber tenido otro cargo más importante. Pero para la Biblioteca habría sido un hecho muy importante que Neruda hubiese asumido el cargo".

¿Y el techo de cobre?

Si hoy es posible destacar el techo de la Biblioteca Nacional por su diseño y arquitectura, bien podría haberse alabado aún más cuando se construyó el edificio en 1913. De a poco se fueron llenando las salas con libros y lectores. Sin embargo, el paso de los años y los efectos de la Primera Guerra Mundial, afectaron también a esta institución.

La Biblioteca empezó a no tener plata, a reducir el presupuesto y el edificio empezó a deteriorarse. "El techo estaba lleno de goteras hasta que hubo que cambiarlo y se sacó el techo de cobre, cambiándose por otro material.

Lo curioso es que algún funcionario con poder vendió ese techo de cobre, que era carísimo y se quedó con la plata. Es un misterio para todos. Lamentablemente no se tomaron medidas para cuidarlo", aclara Justo Alarcón.

(Agradecimientos: a Justo Alarcón Reyes. Trabajó 43 años como Jefe de la sección Referencias críticas y fue secretario general de la Biblioteca Nacional. Es autor del libro "Biblioteca Nacional de Chile 1910-1990", Ediciones de Coexfudibam).