Publicado en 01 de junio de 2016

Una vida entre el cielo y la tierra en que se mueven los campesinos. "Han cambiado muchas cosas en el campo, pero la religiosidad sigue muy presente", aclara la directora del Archivo de Cultura Tradicional de Concepción, Patricia Chavarría.

Tan presente que cada junio son muchos los que esperan con ansias celebrar dos grandes momentos del patrimonio inmaterial chileno: el veranito de San Juan y la noche del 23. Uno unido al otro por el mismo santo.

"Cada víspera de San Juan, éste ensilla su caballo para bajar a la Tierra, pero Dios lo detiene diciéndole: 'No bajís al mundo, Juan, que ahí te han de celebrar'. Solo estas palabras bastan para que el santo caiga dormido profundamente y no despierte sino hasta que la fiesta ha terminado, 24 horas más tarde", señala Oreste Plath, en su libro Folclor Religioso Chileno.

Patricia Chavarría advierte que no es cosa que el santo llegue y baje. Si San Juan lo hace 'se rebajarán los cielos', dicen los versos, y eso quiere decir que se producirá el Apocalipsis.

Pero el mundo no se acaba y ahí están muchos escribiendo tres papeles con distintas iniciales para saber con quién casarse o poniendo tres papas bajo la cama (pelada, a medio cortar y completa) con el fin de saber si habrá o no riqueza.

En la víspera del 23 de junio, se espera a San Juan. Es la noche mágica, donde dialoga lo terrenal y lo celestial. Hay una serie de ritos que hace la gente porque la vida del campesino se vive cotidianamente entre el cielo y la tierra. Es una conversación permanente.

"Algo que se ve, por ejemplo, en la siembra del trigo. Hay que sembrar después de la Cruz de Mayo para que el trigo salga bueno. La gente, para cuidar sus casas y familias, tiene cruces de palqui y ramos benditos de ruda y romero, una calavera de animal arriba del techo y caminos donde están indicadas las apariciones del diablo y de Dios, que protege", explica esta investigadora dedicada hace más de 50 años a la recolección de la tradición campesina.

Para la noche de San Juan, se juntan los ramos de ruda y romero, porque quedan benditos. Y cuando hay tormenta, parte de esos ramos se echan al fuego para que ésta pase, cuenta Chavarría.

Es tradición que todavía muchos junten agua y dejen un lavatorio al sereno, a la intemperie, pues como es una noche mágica, el agua queda bendita, y al día siguiente la gente moja sus caras y guarda parte de ese líquido para el resto del año.

El investigador y escritor Oreste Plath menciona otros comportamientos tradicionales en esta fiesta, como la preparación del estofado de San Juan (que varía según la región de Chile), y las creencias en torno a la higuera: si alguien se ubica debajo de este árbol justo a la medianoche, con una guitarra, aprenderá algunas posturas. Esa misma noche, añade, es cuando florece la higuera.

Respecto del veranito de San Juan, el escritor explica que a partir del 23 o 24 de junio, se goza de un período de siete días con sol y algo de calor, fenómeno que siempre se agradece.

Pero la ciencia no opina lo mismo. La profesional de la Dirección Meteorológica de Chile Claudia Villarroel es enfática: "No hay una respuesta científica. Veranito de San Juan puede haber en cualquier momento. Imagínate que el año pasado se registraron cero milímetros de precipitaciones desde enero hasta junio. La gente lo asocia a una fecha, sin embargo es algo que puede ocurrir en cualquier momento".

Y una creencia es siempre creencia. "Que veranito de San Juan va a haber, va a haber", aclara Chavarría. La gente lo espera. "Y alguien dice, por ejemplo: 'hay que ir a arreglar el cerco' y otro sugiere que ya, pero que hay que esperar al veranito de San Juan.

"Imagínate en Concepción, que es lluvioso-señala-. El veranito puede ser dos o tres días donde no llueve y sale el sol, en junio, una cosa muy importante. San Juan envía ese veranito. Es un signo de que el santo está conectado con nosotros".

En América Latina

La creencia en torno a San Juan es una herencia que se ha transformado en el tiempo y ha tomado características propias en cada localidad. Por lo mismo, también se celebra en otros países latinoamericanos. Es una fecha que, además, coincide con festejos propios del hemisferio norte, pero que no hay que confundir pues esos están vinculados a celebraciones por el solsticio de verano.

En el hemisferio sur, hay quienes asocian esta víspera de San Juan con el ritual mapuche We Tripantu, equivalente al año nuevo; sin embargo, en general estamos hablando de una celebración propia del sincretismo religioso de estas tierras, donde influye la herencia española y también la indígena.

En Perú, República Dominicana, Argentina y Venezuela, entre otros, para la víspera del 23 de junio, abundan los bailes y los ritos destinados a purificarse aprovechando las virtudes de una noche mágica y bendita

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