Publicado en 17 de noviembre de 2017

No nació en la Patagonia, pero basta escucharla un rato para imaginar que sí, que siempre fue de esas tierras. Aunque se apresure en aclararlo, “como dicen acá, soy del norte, ese es mi pecado de origen”, comenta entre risas.  Del norte, eso sí, no quiere decir necesariamente alguna localidad cercana a Coquimbo o al desierto, sino Osorno.

Antropóloga de la Universidad de Austral, Paola Grendi Ilharreborde vivió más de 20 años en Valdivia y luego se trasladó, en los 90, a la región de Magallanes y la Antártica Chilena. Sentir la pampa, dice, con esos horizontes inabarcables, o los vientos que la atraviesan, es siempre motivo de emoción. “Cuando empecé a conocer la zona, me impresionó enormemente la situación de aislamiento geográfico y la poca densidad demográfica. ¿Cómo puede ser que estemos habitando un territorio tan vasto y que sean tan pocos los vecinos? Empiezas a recorrer localidades, a conocer a las personas, y a encantarte con esta tierra y, en ese proceso, también te haces preguntas, al igual que muchos que llegan hasta acá. En mi caso, las interrogantes tenían que ver con qué había pasado, con los que no estaban, con las ausencias”.

La actual directora del Museo Regional de Magallanes (MRM) llegó a la Patagonia y comenzó a investigar en el campo de la antropología sociocultural, arqueología, etnohistoria, además de trabajar en programas sociales dirigidos a mujeres y ejercer la docencia en la Universidad de Magallanes. Entre 2002 y 2010, dirigió el Museo Antropológico Martin Gusinde (MAMG) y lideró proyectos de rescate del patrimonio arquitectónico de Isla Navarino. Muy al sur, pero también con un pie en el extranjero, especializándose en Museología, en el Instituto Iberoamericano de Museología (España). 

Abriendo puertas para el patrimonio 

Sin duda, disfruta mucho su trabajo, pero también su vida. Casada, 46 años, mamá de un joven de 15 años, confiesa que adora tener tiempo para estar en su casa y aprovechar su jardín, un lugar lleno de colores, que invita a la conversación y al relajo. Encantos del sur. “Uno de los mejores regalos que brinda esta ciudad es la luz, maravillosa, única realmente; cielos de antología de cuentos. Nubes fantasiosas, sin duda, que invitan a soñar”, confiesa. Pero no es el único regalo. Vivir en la Patagonia, admite, le ha enseñado a valorar el silencio, a admirar el viento que -de tan intenso- a veces asusta. Momentos de paz que, cree, son un privilegio de fin de mundo.

¿Qué significa para ti estar a cargo de un museo?

Cuando estudiaba antropología no me imaginaba realmente dirigiendo un museo, pero debo reconocer que me vinculé muy tempranamente con el mundo de los objetos y por medio de ellos, con las comunidades. Y quizás allí hay una clave importante, porque me permite hoy asumir la tarea encomendada con una mirada mucho más amplia, inclusiva, integradora, atenta y sensible con el entorno. 

No solo está la debida responsabilidad con los acervos que se custodian en los edificios, sino que está el vínculo con los habitantes del territorio y cómo facilitamos la apropiación del patrimonio por parte de ellos.

¿Cuáles han sido los desafíos más importantes?

Mi trabajo en los museos comienza en Puerto Williams, en el año 2002, cuando postulé a la dirección del MAMG, cargo en el que estuve hasta mediados del año 2010. Cuando llegamos -y lo digo así, porque asumí esa responsabilidad estando embarazada de mi único hijo- me bajé de un pequeño avión, con muchas ilusiones, una laptop, mi impresora, y un conjunto de bastones ceremoniales atribuibles a la cultura yagan/yámana. 

Sin duda, un viaje cargado de simbolismos. Llegué al museo y me encontré con una pequeña casita de madera, con condiciones muy precarias para la exhibición y conservación. Tuve que iniciar un proceso que contempló desde el saneamiento del terreno hasta la ampliación y renovación del edificio y de su exhibición (dedicada principalmente a relevar la importancia del cultura yagan). 

En un espacio de tiempo muy acotado, viví una intensa actividad profesional. Si a ello agregamos el hecho de encontrarnos en la localidad más austral del país, y en esos años, además sin conexión de celular y con una pésima señal de internet... francamente es meritorio el esfuerzo y el despliegue institucional en pos de un sueño fantástico. 

En 2010, te trasladas a Punta Arenas.

2010 no solo fue el año del terremoto, también fue un año de cambios que, entre otras cosas, me tuvo con graves problemas de salud. Sufrí una afección renal que me tuvo hospitalizada en Punta Arenas. Buena parte de esa situación, se relacionaba con esfuerzos físicos en ambientes de frío para los cuales no estaba preparada. Finalmente, ocurrió el nombramiento en la dirección del MRM y progresivamente mi salud también se restableció.

Ahora, evidentemente son situaciones laborales muy diferentes. El MRM es un museo que tiene un fuerte compromiso con la comunidad. Es también un edificio patrimonial que en su tiempo fue la residencia de una familia que hizo fortuna en la región, desarrollando diversos negocios y empresas, principalmente vinculadas a la ganadería ovina, con el tremendo y violento impacto que ello suscitó en el modo de vida y en la existencia de las culturas originarias de la región, en primera instancia, y posteriormente, en los movimientos obreros. 

Pero este espacio patrimonial no solo representa la manera en que se desarrollaron esas fortunas, es a su vez un sitio que está destinado a representar las versiones del patrimonio y la identidad regional.

En el Museo Regional de Magallanes tienen como fin preservar el patrimonio material e inmaterial de la región, siendo así, ¿qué elementos de uno y otro llaman más tu atención? 

Es una pregunta compleja porque las colecciones del MRM son muy amplias e incluyen arte, botánica, arqueología, artes decorativas, fotografías, documentos y archivos, armas, vestuario, entre otras. Si uno revisa el conjunto de obras que componen la colección de arte del museo, más de alguien podría destacar la pintura de Fuerte Bulnes, de Alejandro Cicarelli. Pero así también surgen nombres de Premios Nacionales de Arte, como Ana Cortés, Carlos Pedraza, Gonzalo Díaz, Rodolfo Opazo y Sergio Montecino.

También está Laura Rodig, quien retrata a Gabriela Mistral, en su paso por Punta Arenas, y las cartas de la poetisa.  O bien, algunas fotografías, como la imagen de la Huelga 1916, que nos muestra a 98 mujeres con sus niños en una reunión.

Así también nos parecen importantes los registros de audio del poeta regional José Grimaldi, cuyos versos inspiraron la creación del monumento público, El ovejero. Pero, además, está la pregunta de qué hacer con dicho patrimonio, cómo cautelar realmente su conservación, su puesta en valor y cómo acercarlo a las comunidades.

¿Dirías que existe conciencia entre los magallánicos por respetar el patrimonio de la Patagonia? Si hay algo que distingue a la población magallánica es su marcada identidad regional. Algo que refleja su amor por estas tierras, por lo que representa vivir de forma aislada, por las dificultades que implica en distintos aspectos de la vida y cómo esto va forjando una impronta en la vida social y cultural.

Cuando todo cuesta y mucho, se valora de forma distinta. Por ejemplo, esta ciudad posee la mayor cantidad de monumentos públicos, según datos del CMN del catastro realizado en 2016.  Seguramente esas obras contienen un mensaje de la población y de las instituciones que las impulsaron, y que tiene relación con la necesidad de preservar hitos y personajes que consideraron relevantes. Eso nos dice mucho de la comunidad.

500 años del Estrecho de Magallanes

En 2020 se cumplen 500 años del descubrimiento del Estrecho de Magallanes. Próximos a conmemorar este quinto centenario de la primera circunnavegación de la Tierra y del descubrimiento de Chile, efectuado por Hernando de Magallanes; nuestro país junto a Portugal, Filipinas, Argentina y España, entre otros, se preparan para celebrar.  

“El Estrecho de Magallanes, paso biooceánico de trascendencia mundial, fue el origen y el final de aquella epopeya, un hito geográfico-marítimo, estratégico y político de la primera visión a escala global. Nuestra región, ahora, cinco siglos después, debería ser la que proponga un nuevo concepto de circunnavegación: esta vez en torno al hombre del siglo XXI y su mundo, y una reflexión en torno a cómo se relacionan entre sí los pueblos”, añade Paola Grendi.

El Museo Regional de Magallanes forma parte de un comité regional para promover las actividades en torno a la Conmemoración del Descubrimiento del Estrecho de Magallanes. En la actualidad, se está trabajando junto a la Subdirección Nacional de Museos, Dibam, en un proyecto de exposición temporal e itinerante que permita conocer el Estrecho de Magallanes a través de una experiencia de aproximación multisensorial, a escala territorial y que represente su biodiversidad. 

Otros contenidos de nn