Publicado en 12 de enero de 2018

Reforma Agraria; Flacso; Frei; Allende; ruralidad; campo; agricultura

“Tenía 20 años cuando fue la Reforma Agraria y ya era vieja. A los 9 trabajaba en el campo, cortando habas, porotos, frambuesas. A los 14 años me hice cargo de mi casa. Creo que ahí empecé a tomar conciencia, comencé a sentir el peso de que ya no iba solo a cortar porotos y que, si me hacía dos sacos en vez de tres, me retaba el capataz. Fui una precoz militante comunista. Empecé a los 12, como herencia de mi abuelo, Manuel de la Cruz Huerta Soto. Él fue mi inspiración”, recuerda Francisca Rodríguez, una de las fundadoras y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri).

La inspiración es una buena palabra para hablar de esta dirigente campesina, justo ahora que se conmemoran 50 años de la Reforma Agraria. Fue al colegio hasta la sexta preparatoria, trabajaba en el campo, pero al mismo tiempo su abuelo la impulsó -desde muy niña- a hacer trabajos de agitación al interior de los fundos. 

El Santiago urbano era pequeño, todo lo de alrededor era campo y Francisca vivía con su mamá, hermanos y un papá lejano en el ‘pueblo’ de Lo Espejo, la última estación antes de llegar a Santiago. 

“El pueblo vivía del trabajo del campo. Para nosotros, ir al fundo era como ir de paseo, respetábamos mucho a los dueños, a don Roberto y a doña Gabriela, personajes importantes; que te saludaran era ya algo relevante. Yo no viví en el fundo, pero había familias que sí y ellos tenían su casa, su huerto. Las mujeres iban a lechar y a servir a las casas. Nunca se recibió un peso por eso, se entendía que así pagaban “el goce”, es decir, la casa y el espacio para la chacra. Tampoco existía mucha conciencia, porque había una relación fuerte entre la esposa del patrón y las campesinas. Doña Gabriela se iba a Europa y traía chucherías de regalo. Por eso, cuando se contrataba al inquilino, era de acuerdo con la mujer que tenía y con la cantidad de hijos; a mayor número, más mano de obra gratis para trabajar en el campo”.

Un país más justo

Indiscutiblemente la Reforma Agraria es uno de los procesos históricos que todavía provoca opiniones encontradas entre los chilenos; sin embargo, ahora que se cumplen 50 años desde que se hizo viable en el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva, sale a la luz una mirada más reflexiva donde se destaca el valor que tuvo - en su momento- comenzar a expropiar tierras para redistribuirlas a manos campesinas y, con eso, derribar para siempre la estructura agraria tradicional y el poderío de los latifundios.

“La Reforma Agraria es probablemente el cambio más profundo que ha habido en la historia chilena, porque genera un cambio cultural, económico, social y político, pues permite incorporar a un 40% de la población que estaba viviendo prácticamente al margen de los beneficios de la modernidad. Aunque no sin dificultades y dolores, tengo el orgullo y la satisfacción de haber contribuido a que mucha gente empezara a vivir en condiciones más dignas”, reconoce Rafael Moreno, uno de los responsables de este proceso, como Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación de Reforma Agraria en el gobierno de Frei Montalva.

Hasta la promulgación de la Ley 16.640 de julio de 1967, la reforma de Alessandri (1962) no había resultado efectiva, porque no logró expropiar los latifundios de privados ni entregárselos a los campesinos. Esta reforma actuó en una parte muy pequeña de los latifundios, los que pertenecían principalmente al propio Estado, por eso se denominó "macetero", ya que fue insignificante en relación a la concentración de la tierra. La de Frei, en cambio, fue más efectiva y sirvió para que el presidente Allende pudiera profundizarla.

Hay un antes y un después de la Reforma Agraria, por eso Dibam se hace parte de esta conmemoración. El proceso -extendido entre 1962 y 1973- permitió terminar con un tipo de jerarquía social, que, entre otras cosas, fue gatillado por la llegada de muchos campesinos a la ciudad en busca de mejores oportunidades, una economía agraria poco productiva y un apoyo por parte de Estados Unidos -a través de la Alianza para el Progreso- hoy vuelve a estar hoy en el debate.  

Tanto el Ministerio de Agricultura, como la FAO, Flacso, Universidad de Chile, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, organizaciones campesinas coordinadas por Indap y Dibam constituyeron un Comité de Conmemoración para recordar este aniversario. 

Campesinos. Armindo Cardoso. Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional.
Campesinos. Armindo Cardoso. Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional.

Para la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos es importante abordar la Reforma Agraria desde el punto de vista de la memoria histórica, pues se trata de un proceso que, visto con ojos actuales, está vinculado al patrimonio inmaterial de Chile. El objetivo es poner en valor a este periodo que, entre otras cosas, empieza a ser destacado como uno de los hitos históricos más relevantes del país. 

“Se creó una ciudadanía que antes había sido muy exigida. Los dirigentes campesinos ocupan el siguiente término: ‘Cuando nos pusimos pantalones largos’. Antes eran niños, porque había una relación paternalista entre el patrón y el conjunto de la población rural. Los campesinos no miraban a los ojos del patrón. 

De hecho, los latifundistas ocupan otro término: ‘Cuando se perdió la confianza’. Se preguntaba que por qué necesitaban organizarse para pedir algo. Era una relación que se rompió después de siglos de desarrollo”, aclara Sergio Gómez, consultor de la oficina regional de América Latina y el Caribe de la FAO, sociólogo, profesor invitado de Flacso Chile.

Se suma la opinión de Carlos Furche, actual ministro de Agricultura. En el marco de la inauguración de las actividades de la Biblioteca de Santiago, “Conociendo la Reforma Agraria en vacaciones de invierno”, se refirió a la importancia de este proceso. En 1967, dijo, al comenzar la Reforma Agraria, dos tercios de la población rural chilena era analfabeta. Para él, solo este dato es más que suficiente para explicar cómo era el Chile de esos años. 

“Me parece de toda justicia que las nuevas generaciones tengan acceso a conocer esta parte de nuestra historia que, aunque esté sometida todavía al juicio histórico; para algunos, entre los que me cuento, el proceso no solo fue inevitable, sino que fundamental para el desarrollo de Chile; hizo que nuestro país se volviera más justo, más equitativo y dinámico”.

Terminar la semi esclavitud

La iglesia figura también presente entre aquellos que participaron del proceso de Reforma Agraria. A raíz de la presión social por llevarla a cabo, esta institución dio el ejemplo y comenzó a repartir sus tierras. En 1962, el presidente Jorge Alessandri promulga la primera ley de reforma agraria, la “ley del macetero”, recuerda Rafael Moreno, pues dejó todo preparado, pero no siguió. 

Campesinos en fogata. Armindo Cardoso. Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional.
Campesinos en fogata. Armindo Cardoso. Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional.

El cambio, aclara, no se hizo con una ley, sino que con diez distintas, como la ley que iguala el salario mínimo campesino con el mínimo urbano, la ley del pago de los días de lluvia, la ley de sindicalización campesina y la ley 16.640 de Reforma Agraria, entre otras.

“Sabíamos que la tierra no iba a ser para todos, por lo tanto, había que cambiar las condiciones de vida y, lo más importante eliminar para siempre el inquilinaje. O sea, se acabó la fórmula de semi esclavitud del campo, se terminó el latifundio no productivo y se llevó a cabo la promoción popular (otra ley), que sin ella no habrían surgido los centros de madres, ni los programas en los cuales la mujer entró a jugar un rol. A eso sumemos la alfabetización de adultos. En menos de dos años, la Reforma Agraria instaló mil escuelas”, señala Moreno.

La educación es algo que también destaca Enrique Mellado, abogado, presidente de la Confederación Nacional Triunfo Campesino de Chile, dirigente del Partido Demócrata Cristiano. Tenía 19 años cuando se dictó la ley de la reforma agraria. Trabajaba en el campo y fue elegido delegado de un incipiente sindicato. Si bien, creció en una familia que gozaba de un mejor estándar de vida al tener un papá mayordomo, interrumpió sus estudios a los 15 años y solo los vino a retomar de adulto hasta convertirse en abogado. 

De ahí, que sea un convencido de que los cambios provocados por la Reforma Agraria, promovieron un interés por superarse. 

“Un gran avance salir de la ignorancia. Los hijos de campesinos pudieron completar la enseñanza media y, con el tiempo, muchos deben haber ingresado a estudios superiores. Una vez me encontré con un dirigente campesino, vestido con su sombrero de siempre, y me contó que estaba dedicado a la construcción de casas. Le pregunté que quién le firmaba sus proyectos y me dijo que él porque era arquitecto. Le había cambiado la vida, pero él seguía siendo el mismo”, relata Mellado. 

Mujer y memoria

El paso de los años permite valorar este proceso desde distintos puntos de vista. Según Rodrigo Aravena, jefe del Centro del Patrimonio Inmaterial de Dibam, cuando existen cambios territoriales tan importantes como son los que se produjeron a raíz de la reforma y la contrarreforma agraria, también hay cambios en la memoria de las personas

De a poco se recoge esa información que va desde detalles, como, por ejemplo, gente que recuerda haber visto en funerales a campesinos con una virgen sobre el cuerpo (año 67), y seis años después, empezar a ver ritos protestantes. Hay también cambios más sutiles, advierte Aravena, como el hecho de que los campesinos solían vivir en los lindes de los campos y eso les permitía tener espacio para sus huertas, pero cuando llega la Reforma Agraria, empezaron a formarse villorios donde debían vivir juntos; era más eficiente desde el punto de vista de políticas públicas tener una sola red de alcantarillado, una sola fuente de agua y un servicio de movilización para transportarlos a todos. Una forma de vida que, a pesar de que fue coartada con la dictadura de Pinochet, no se olvida.

“Al igual que lo que sucede con la cultura popular, la memoria no se pierde, se repliega. Los campesinos no perdieron la memoria. Tuvieron que abandonar el campo, pero se encargaron de transmitirles a sus hijos lo que les había pasado”, puntualiza Aravena.

Fueron principalmente las mujeres las responsables de transmitir estas historias. Si bien, se dice que en este proceso ellas fueron prácticamente invisibilizadas, lo cierto es que hay matices. Loreto Rebolledo, antropóloga, doctor en Historia de América por la Universidad de Barcelona, plantea la existencia de dos miradas: una feminista, donde se dice que las mujeres fueron olvidadas y vistas solo en su calidad de reproductoras, y otra mirada, donde se postula que cuando los hombres pagaban la obligación y la madre estaba en el huerto o cuidando los animales, la hija mujer debía estar haciendo las tareas de la casa. Por lo tanto, su posibilidad de ir a la escuela era limitada.

“En la medida que las madres son mandadas a la casa -por verlas en la dimensión reproductiva- se abre la posibilidad de que las hijas liberen tiempo para poder empezar a estudiar. Fue una época donde se expandió, además, el sistema escolar. Las mujeres pudieron estudiar más y acceder a una vida distinta a la de sus madres. Lamentablemente, después vino la dictadura, pero de cualquier manera quedaron un poco mejor preparadas”, señala Loreto Rebolledo.

Se dice, además, que el rol de la mujer fue invisibilizado porque la ley exigía que, si moría el mandatario de la tierra, el hijo mayor de 18 años debía quedarse a cargo, pero a juicio de Francisca, hubo otra relación entre la mujer y la tierra. 

“Si las campesinas hubiésemos tenido mayor liderazgo, la reforma agraria habría sido más participativa y valorada. La mujer sabía regar, sembrar y seleccionar semillas a la orilla del fuego con los hijos. Había una transmisión de saberes que se perdió y eso solo lo constatamos en el ‘79, cuando hicimos el primer encuentro de la mujer rural. Nos dio rabia. Nos sentíamos solas en tiempos de dictadura. Los crímenes más horrorosos se hicieron en el campo. 

Hoy nadie pensaría en hacer una Reforma Agraria sin las mujeres”, remata Francisca Rodríguez. 

Al interior de Dibam

En 2016, a un año de cumplirse el aniversario de los 50 años de la Reforma Agraria, se constituyó una mesa de trabajo entre Dibam, el Ministerio de Agricultura, FAO, Flacso, Universidad de Chile, el Museo de la Memoria y 17 organizaciones campesinas de representación nacional. 

A lo largo de estos meses se han organizado encuentros regionales, locales, publicaciones y la constitución de un fondo documental sobre la Reforma Agraria, que tiene como base el fondo existente en la Biblioteca Nacional: José María Arguedas (vinculado al mundo rural y que contiene información sobre la Reforma Agraria) a él se sumará la información de la reforma contenida en el Servicio Agrícola Ganadero, SAG; que acaba de entregar a la Biblioteca Nacional copias digitalizadas donde se incluyen todos los proyectos de parcelación aprobados por la Corporación de la Reforma Agraria, la Oficina de Normalización Agraria, CORA, y el SAG, y que corresponde a 1.504 digitalizaciones que dieron origen a 37.384 parcelas y 31.656 sitios; más otras donaciones de documentos.

Así mismo, el Museo Histórico Nacional programó una exhibición que revisita dicho proceso a partir del arte popular y las colecciones del propio museo, con una exposición de loza policromada (de la Asociación Huellas Loceras de Talagante) que recrea esta reforma. 

En tanto, la Biblioteca de Santiago organizó una sala sobre la Reforma Agraria, presentando talleres, un túnel del tiempo sensorial sobre el campo chileno, además de actividades infantiles, como cuentacuentos y susurradores con poesía sobre el mundo agrícola.

 Por otro lado, la Biblioteca Nacional expuso fotografías e imágenes de periódicos de la época para mostrar la vida de los inquilinos y los latifundios. Pero no es todo. El destacado cineasta Cristian Galaz realizó una película, llamada “16.640, el despertar de la tierra”, que recientemente se estrenó en la Universidad de Chile, en el marco de las celebraciones. Lo define como un “relato coral” construido por las personas que participaron.

El programa Memorias del Siglo XX realizó numerosos encuentros de memorias en la Región de Coquimbo, en localidades como Tongoy, puntualmente en la ex hacienda El Tangue. 

En tanto, Contenidos Locales, promovió un concurso de contenidos digitales dirigido a los nietos de la Reforma Agraria. Todas estas actividades contaron con el apoyo del Centro de Patrimonio Inmaterial de Dibam.

Cifras

Durante la aplicación de la ley de Reforma Agraria, se expropiaron 5.809 propiedades agrícolas con 720.000 hectáreas de riego permanente y eventual (58% del total) y 1.370.000 hectáreas de secano arable (38% del total nacional). Durante el período 1965-1970 se afectaron 1.408 predios (23.4% de la tierra regada del país) y se benefició a 21.290 campesinos. Entre 1970 y 1973, se expropiaron 4.401 predios, correspondientes a 35.3% de la mejor tierra regada en función del tamaño; el proceso abarcó todo el país, con lo que se benefició a 39.869 familias.

Fuente: Sergio Gómez, consultor de la oficina regional de América Latina y el Caribe de la FAO y profesor asociado en FLACSO-CHILE, en trabajo presentado al Seminario “Legado de la Ley de Reforma Agraria a sus 50 años de promulgación. Un cambio de vida para la agricultura chilena”, realizado el 28 de julio de 2017 en la Universidad de Talca, próximo a ser publicado.

Reforma Agraria; Flacso; Frei; Allende; ruralidad; campo; agricultura
Reforma Agraria; Flacso; Frei; Allende; ruralidad; campo; agricultura

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