¿Qué tienen en común un calendario de bolsillo impreso en Valparaíso, una antigua publicidad de pantalones, un cartel de la Campaña del No, la sobria etiqueta de un vino o el colorido envase de una golosina, el dibujo original de una portada de una revista infantil como El Peneca y Mampato o un aviso publicitario de Condorito? A simple vista, poco. Sin embargo, cada una de estas obras forma parte del patrimonio gráfico chileno.
Claudio Aguilera, jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional de Chile.
Porque convivimos a diario con ellas, porque están inscritas en nuestra memoria y porque son piezas fundamentales para completar el puzzle de nuestro imaginario; el nuevo Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional abrió sus puertas -en marzo de este año- con la tarea de reunir, conservar, investigar y difundir este acervo.
Este nuevo espacio de la Biblioteca Nacional, cuenta con una colección de cerca de 5 mil afiches realizados en las últimas tres décadas, además de una amplia muestra de obras de ilustradores e historietistas como Pepo, Lukas, Coré y Eduardo Armstrong, piezas publicitarias y de propaganda política.
Es un vasto conjunto de materiales que no solo permite trazar un panorama de la producción gráfica de los últimos cien años, también son una puerta de entrada para entrever el momento en que fueron creados, ya sea desde el punto de vista del desarrollo comercial e industrial, el contexto social o político de sus mensajes, las tendencias artísticas y el diseño que influyeron en su creación.
Pero el desafío es tan grande como la riqueza y diversidad de los objetos reunidos. Porque estos objetos, destinados al consumo cotidiano, nacidos para satisfacer necesidades pasajeras o descartados luego de su impresión (como es el caso de los dibujos originales que durante años fueron mal conservados, perdidos o destruidos tras su publicación) hasta hace poco tiempo no habían tenido la atención que merecían, produciéndose pérdidas enormes e irrecuperables.
Según Claudio Aguilera, investigador especializado en historieta e ilustración y jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional de Chile, a esta situación se agregan las dificultades para su correcta datación, conocer a sus autores, su circulación, modos y contexto de impresión.
Como señaló recientemente Ana Utsch, investigadora brasileña y coordinadora del Museo Tipografía Pão de Santo Antônio -refiriéndose a la recuperación del patrimonio gráfico latinoamericano-, “caminamos sobre despojos” y se hace urgente dar un reconocimiento histórico y simbólico a estos acervos, para hacer conciencia de su importancia y permitir a las futuras generaciones seguir disfrutándolos.
Por fortuna, se están dando pasos en la dirección correcta. Día a día crece el interés por parte de los investigadores por el estudio de estas obras, surgen iniciativas de puesta en valor y publicaciones especializadas.
El nuevo Archivo de Láminas y Estampas pretende ser una contribución a esta tarea, creando instancias de diálogo con expertos y coleccionistas, generando proyectos de conservación y restauración, incrementando sus colecciones a través de adquisiciones y donaciones, y -por sobre todo- compartiendo este acervo con la ciudadanía por medio de exposiciones, publicaciones e Internet.
Así nos aseguraremos que estas obras condenadas a una existencia efímera, vestigios de la acelerada vida cotidiana, sigan con nosotros para siempre.